Si
degüellan a un hombre, no es el hierro la causa de esa locura, sino la mano. Ni
la bulliciosa histeria del circo tiene en el caballo al autor de su frivolidad
o de su rabioso fragor: es la mente del vulgo, desprovista de sentido común, la
que está loca, no el correr de los caballos; una afición infame echa a perder
lo que era un don útil.
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