El profundo dolor, o más bien la
consternación que en mí veis, padres conscriptos, la ocasiona la cruel y
miserable muerte de Cayo Trebonio, óptimo ciudadano y persona de la
mayor moderación; creo, sin embargo, que en tal suceso hay algo provechoso para
la república en lo futuro. Esta muerte nos demuestra hasta dónde puede llegar
la barbarie de los malvados que han empuñado las armas contra la patria. Porque
los dos seres más crueles y repugnantes que han nacido de raza humana son Dolabela
y Antonio, de los cuales el uno consiguió lo que deseaba, y el otro ha
descubierto lo que meditaba. Cruel fue Lucio Cinna; perseverante en sus
odios Cayo Mario; vehemente Lucio Sila; sin embargo, ninguno de
ellos fue más allá de la muerte en sus acerbas venganzas; y esta pena, aplicada
a los ciudadanos, juzgábase excesivamente cruel. Pero he aquí dos gemelos en
maldades, dos bárbaros de una ferocidad nunca vista ni oída. Recordaréis que
hubo entre ambos grandísimo odio y empeñada lucha; vedlos hoy unidos por los
apretados lazos de singular afecto y simpatía como ya lo estaban por la
identidad de su impurísima naturaleza y de su vida abominable. Luego lo que ha
hecho Dolabela con el que pudo prender es lo mismo que amenaza Antonio hacer
con muchos de nosotros. Pero Dolabela estaba lejos de nuestros cónsules y de
nuestros ejércitos; ignoraba la unión de sentimientos y de propósitos del
Senado y el pueblo romano, contaba con el apoyo de las tropas de Antonio y
pensaba, sin duda, que crímenes cometidos por él los había realizado ya en Roma
el socio en sus furores. ¿Creéis que este último pueda tramar otra cosa, ni
abrigar otros propósitos, ni tenga otros motivos para esta guerra?. Todos
nosotros, los que expresamos libremente nuestras ideas respecto a la república;
los que emitimos opiniones dignas de nosotros; los que quisimos la libertad del
pueblo romano no somos para él adversarios, sino enemigos, y medita para
nosotros mayores suplicios que para los enemigos. Considera la muerte como
castigo de la naturaleza, y que los tormentos y los suplicios lo son de la
iracundia. ¿Qué especie de enemigo hemos de ver en un hombre a quien será
preciso agradecer como beneficio el sufrir la muerte sin torturas?. Por tanto,
padres conscriptos, aunque no necesitáis que os exhorten (espontáneamente ha
enardecido nuestro ánimo el deseo de la libertad); sin embargo, emplead el
mayor esfuerzo en la defensa de la libertad, porque, si sois vencidos,
sufriréis los peores suplicios que se imponen a los esclavos. Antonio ha
invadido la Galia; Dolabela el Asia, dos provincias gobernadas por otros. Bruto
ha hecho frente al primero. Llegó este furioso queriendo asolarlo todo,
destruirlo todo, y Bruto, con peligro de su vida, ha contenido sus progresos,
refrenado sus ímpetus y cortándole la retirada, pues, dejándose sitiar por
Antonio, le ha envuelto por todos lados. El segundo llegó apresuradamente al
Asia. ¿Por qué?, Si era para ir a Siria, tenía camino más corto y seguro. ¿Qué
iba a hacer con una legión?. Por delante envió a no sé qué Marso Octavio,
un malvado, ladrón y miserable que asolaba los campos y vejaba las ciudades, no
con la esperanza de reconstituir su fortuna, porque este hombre no puede conservar
nada, según dicen sus conocidos (yo desconozco a ese senador), sino para saciar
por un momento su famélica codicia. Síguele después Dolabela, sin engendrar
sospecha alguna de guerra. ¿Quién había de esperarla entonces? En seguida, las
amistosas entrevistas con Trebonio, los abrazos, falsas muestras de fingida
amistad, los apretones de manos, cuantas demostraciones suelen ser prenda de
buena fe, pérfidamente violadas por este malvado. Penetra por la noche en
Esmirna, como en ciudad enemiga, siendo sus habitantes nuestros más antiguos y
fieles aliados. Trebonio es aprisionado. Si Dolabela obraba ya como enemigo
declarado, Trebonio fue un imprudente; si ocultaba sus intenciones bajo la
máscara de ciudadano, Trebonio fue un desgraciado. Sea lo que fuere, la fortuna
ha querido mostrarnos con su muerte lo que debemos temer si somos vencidos. Un
personaje consular, un hombre que gobernaba la provincia de Asia con autoridad
de cónsul, fue puesto en manos del desterrado Samiario. Dueño de
Trebonio, pudo matarle en seguida, pero no lo hizo, según creo, por no parecer
demasiado liberal en la victoria. Después de vomitar con su impura boca sobre
este excelente ciudadano las frases más ofensivas, sometiéndole a azotes y
torturas, pidióle cuenta de los fondos públicos, y esto durante dos días.
Después, tras romperle el cuello hizo que le cortaran la cabeza y mandó
llevarla clavada en una pica; el cuerpo, arrastrado y mutilado, lo arrojaron al
mar. Este es el enemigo a combatir, el monstruo que sobrepuja en crueldad a
cuanto pudo inventar la barbarie. ¿Qué decir de la matanza de ciudadanos
romanos; del saqueo de los templos?. ¿Quién es capaz de deplorar todas las
calamidades producidas por hechos tan atroces?. Y, sin embargo, Dolabela se
está paseando por toda Asia con fausto regio, creyéndonos empeñados en otra
guerra, como si no fuera una sola la emprendida contra este par de impíos
criminales. Bien veis que, en punto a crueldad, Dolabela es la propia imagen de
Marco Antonio. El uno ha formado al otro, y en los preceptos de éste ha
aprendido aquél sus maldades. ¿Creéis que si Antonio pudiera, daría en Italia
mayores muestras de blandura y mansedumbre que Dolabela en Asia? En mi opinión,
Dolabela ha llegado hasta donde puede llegar la demencia humana; pero no habrá
suplicio en el mundo de que nos libremos si Antonio llega a poder imponérnoslo.
( Marco Tulio Cicerón en
"Filípicas" )
No hay comentarios:
Publicar un comentario