sábado, 13 de julio de 2019

EL CÓNSUL CESÓN FABIO VIBULANO



Cesón Fabio Vibulano (en latín, Kaeso Fabius K. f. Vibulanus; f. 477 a. C.) fue tres veces cónsul de la República romana.


Cesón Fabio, hermano del también cónsul en 485 a. C., fue cuestor parricidii en este año, y junto con su colega Lucio Valerio acusó a Espurio Casio Viscelino, quien fue condenado a muerte por los votos del pueblo. Aunque el nombre de los Fabios se había hecho odioso para los plebeyos a consecuencia de que Quinto Fabio Vibulano, que fue cónsul ese año, había privado a los soldados del botín que habían obtenido en la guerra, los patricios, sin embargo, eligieron a Cesón Fabio, que fue cónsul en el año siguiente, 484 a. C., con Lucio Emilio Mamerco.




Cesón participó activamente junto con su colega en la oposición a la ley agraria, que los tribunos de la plebe trataron de llevar adelante. Según Dionisio, Cesón fue en ayuda de su colega, que había sido derrotado por los volscos, mientras Tito Livio, no menciona para nada a Cesón, y considera que Mamerco fue el vencedor de los volscos.​



En 481 a. C. Cesón Fabio fue cónsul por segunda vez junto con Espurio Furio Medulino Fuso. Al comienzo de su consulado, se opuso a los intentos del tribuno Espurio Icilius (o Licinio), quien se esforzaba en llevar a cabo una ley agraria que impedía el reclutamiento de tropas para luchar contra veyenses y ecuos, que habían tomado las armas e invadían territorio romano.


A la maniobra de bloqueo de Icilius se opusieron sus propios colegas y, por lo tanto, las tropas fueron enroladas y marcharon contra los veyenses. Fabio dirigió la guerra con éxito y puso en fuga al enemigo solamente usando su caballería; sin embargo, cuando mandó a la infantería contra el derrotado ejército veyense, ésta se negó a obedecer sus órdenes, a causa de su oposición a la ley agraria y regresó a su campamento que poco después abandonó, ante el asombro del enemigo.


En el año siguiente, 480 a. C., luchó una vez más contra los veyenses, bajo las órdenes de su hermano Marco, quien era entonces cónsul, y su colega Cneo Manlio Cincinato. Los soldados estaban todavía poco dispuestos a obedecer las órdenes de un Fabio, pero lo peligroso de su situación los llevó a recapacitar.


Ese día, los Fabios fueron un ejemplo para todo el ejército. Quinto, el hermano mayor, que había sido cónsul dos años antes, cayó en el punto más álgido de la lucha, pero sus hermanos Cesón y el cónsul Marco corrieron rápidamente al frente y gracias a su heroica bravura le transmitieron gran valor a sus soldados, por lo que el enemigo debió retirarse apresuradamente.


La valentía mostrada por los Fabios en esta batalla ganó el corazón de los soldados y, aún más, obtuvieron su amor por la atención que le dedicaron a los heridos, quienes fueron repartidos entre las viviendas de los patricios, mientras su propia casa recibió el mayor número de heridos.


Los Fabios habían sido hasta entonces los campeones de los patricios, pero ahora decidieron abrazar la causa de los plebeyos y luchar por los derechos que tanto tiempo habían resistido a entregarles. Las verdaderas razones de su cambio son imposibles de determinar, con la deficiente información que ha llegado hasta nosotros.



En 479 a. C. Céson fue cónsul por tercera vez, esta vez, junto con Tito Verginio Tricosto Rútilo. Tan pronto como inició su consulado, exhortó a los patricios a dividir la tierra conquistada entre los plebeyos, antes de que cualquier tribuno presentara una ley en esta materia. Pero, por muy poderosos que fueran los Fabios, no podían inducir al resto de los patricios a escuchar sus propuestas; por el contrario, se les consideró traidores a su clase.


Por otro lado, tenía gran arrastre entre los plebeyos, quienes acudieron en su ayuda cuando marchó contra los ecuos y sirvieron bajo su mando con el mayor celo. Los ecuos se retiraron ante Cesón y se refugiaron en sus ciudades; y este, después de devastar el territorio ecuo, volvió justo a tiempo para salvar al ejército de su colega, que estaba rodeado por los veyenses y en un gran peligro. Después de la campaña, Cesón renovó sus propuestas de conciliación; sin embargo, como todavía se le rechazaba con desprecio, él y su casa resolvieron abandonar Roma, donde eran considerados apóstatas de su propia clase patricia.


Los Fabios encontraron la solución a orillas del Crémera, un pequeño arroyo que se une con el río Tiber pocos kilómetros aguas arriba de Roma. Según la leyenda, el cónsul Cesón se presentó ante el Senado y dijo que los Fabios estaban dispuestos a continuar la guerra contra los veyenses, solos y por su cuenta y costo. Su oferta fue aceptada, con gran alegría de los patricios, al ver que se exponían voluntariamente a tales peligros.


La salida de los Fabios de la ciudad es célebre en la historia romana. Un día después de que Cesón presentó la propuesta al Senado, 306 Fabios, todos los patricios de la gens, se reunieron en el Quirinal, en la casa de Cesón, y desde allí marcharon con el cónsul en cabeza a través de la puerta Carmental. Se procedió a ir directamente a las orillas del Crémera, donde erigieron una fortaleza. Tito Livio y otros historiadores hablan de los 306 patricios Fabios que fueron solos a Crémera, pero es más probable que hayan ido acompañados de sus esposas, niños, esclavos y clientes. Estos últimos fueron, sin duda, muy numerosos. Dionisio dice que los Fabios con los familiares a su cargo ascendían a 4.000 personas. Parece casi evidente que los Fabios intentaban convertir la fortaleza de Crémera en una poderosa ciudad latina, en las fronteras del territorio etrusco y que no debe ser considerada como una mera ocupación de una guardia de avanzada, con el fin de asolar el país.



Tan pronto como los Fabios habían fortificado su asentamiento en Crémera, comenzaron sus incursiones al territorio veyense. Los de Veyes reunieron un poderoso ejército de todos los Estados etruscos y sitiaron la fortaleza, pero los romanos enviaron un ejército a su socorro bajo el mando del cónsul Lucio Emilio Mamerco, que derrotó a los etruscos, en 478 a. C. Posteriormente se llegó a negociar una tregua por un año, pero en su vencimiento los etruscos tomaron nuevamente las armas y los Fabios fueron destruidos en el año del consulado de Cayo Horacio Pulvilo y Tito Menenio Lanato (477 a. C.).



La muerte de los Fabios es muy comentada por los historiadores latinos. Según la tradición que se conserva, pero rechazada por Dionisio, los Fabios salieron de la fortaleza de Crémera en un día determinado, a fin de ofrecer un sacrificio en su santuario en el Quirinal, en Roma.


Al confiar en la santidad de su misión, fueron sin armas, pero en el camino fueron atacados por un gran ejército etrusco que había sido colocado en posición de emboscada y perecieron por los dardos del enemigo, pues pese a no portar armas, ninguno de los etruscos se atrevió a acercarse a los héroes. Según otra tradición, los Fabios, quienes en repetidas ocasiones habían obtenido victorias en campo abierto, fueron atraídos a conseguir algunas cabezas de ganado, que fueron deliberadamente soltadas bajo una débil escolta en las montañas y cayeron en una emboscada. Aunque dispersos cuando el enemigo cayó sobre ellos, los Fabios ofrecieron una heroica resistencia y sólo cayeron después de una larga lucha abrumados por la superioridad numérica.


De cualquier manera que los Fabios puedan haber perecido, parece evidente que se podrían haber salvado, porque el cónsul Tito Menenio Lanato fue en su ayuda con un ejército y fue condenado en el año siguiente como uno de los culpables de la catástrofe.


Ovidio señala que los Fabios perecieron en los Idos de febrero; pero Niebuhr supone que Ovidio confunde el día de la partida de los Fabios con el de su destrucción. Es consignado por unanimidad por los historiadores clásicos que todos los Fabios perecieron en Crémera con la excepción de una persona, el hijo de Marco Fabio Vibulano, llamado Quinto Fabio Vibulano, de quien más tarde, todos los miembros de la gens serán descendientes.


Refieren que se quedó en Roma a causa de su juventud, pero esto no podría haber sido la razón, si es correcta la suposición de que los Fabios emigraron de la ciudad con todas sus familias, y que además es refutada por el hecho de que este Fabio fue cónsul diez años después. Del hecho de ser elevado a cónsul, y de la oposición que ejerció en su consulado a la acción de los tribunos, es probable, como supone Niebuhr, que él mantenía opiniones divergentes con su gens, y se negó a salir de Roma con ellos.


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