domingo, 21 de julio de 2019

EL LUDUS


Sorprendentemente, los romanos llamaban juego (en latin, ludus) a una empresa de gladiadores. Ludus se traduce también como "escuela", y de hecho formaba a principiantes, aunque, con escasas excepciones, no había graduados. La mayoría de gladiadores vivía y moría en el ludus donde empezaba.
Los romanos también describían el ludus como familia u hogar. Como en cualquier hogar, el ludus atendía las necesidades básicas de comida y refugio, pero también ofrecía cuidados médicos. Los gladiadores tenían limitado el consumo de vino y seguían una dieta alta en carbohidratos, con muchas gachas de cebada. Así como a los luchadores de sumo, se les animaba a que acumularan grasa en la cintura, en su caso como capa protectora frente a las heridas.
 
Los gladiadores, como si fueran purasangres mimados, comían bien. "Decid a vuestros amos que alimenten a sus esclavos!", fue el severo consejo de un bandido de dentro del Imperio Romano para que los romanos pudieran acabar con el crimen. Llovería sobre mojado si hubiera predicado a los lanistas, pues estos tenían que tratar bien a sus gladiadores si querían tener éxito.
 
Ludus podía significar "juego", pero la vida allí se tomaba en serio. Un nuevo recluta hacia el juramento mas sagrado que se podía imaginar y el mas terrible: juraba que seria "quemado" (quizá tatuado, pues los tatuajes eran marca de esclavitud), encadenado, golpeado y muerto por arma de hierro.
 
Se trataba, dice el escritor romano Séneca, de una promesa de morir "en pie e invencible", puesto que encarar la muerte con calma era la cima del arte de los gladiadores. Tras hacer su juramento, el gladiador seguía entonces un programa de entrenamiento que era, a su modo, tan casto y estricto como el de un espartano.
 
Los gladiadores desempeñaban un papel tan importante en la cultura romana que recibían, con mucho, mejor trato que los esclavos normales. No es que los romanos mantuviesen una actitud positiva respecto a los gladiadores. Mas bien los consideraban tanto buenos como malos. Ser obligado a convertirse en gladiador era degradante; hacerse gladiador por voluntad propia era depravado; alcanzar destreza como gladiador era peligroso, pero morir como uno era algo sublime.
 
Los gladiadores no tenían amigos. Tenían aliados, rivales, jefes, parásitos, protegidos, espías, sustitutos y traidores. El nuevo gladiador aprendía en quien confiar y a quien vigilar, quien le cubriría las espaldas y quien le robaría su comida. Enseguida se hacia una idea de los hombres: el fuerte, el ágil, el duro, el despiadado; el débil, el torpe, el blando y el de buen corazón.
 
Surgiría un orden jerárquico de cabecillas y seguidores, tan brutal y con tanta conciencia del estatus como en cualquier prisión. Una noche, un hombre compartía la comida anterior a un combate con sus camaradas; al día siguiente, mataba a su compañero de mesa y, poco después, encargaba la lapida de la victima.
 
Quizás algunos gladiadores desertaran porque la vida en el ludus era dura, pero para los estándares romanos la vida allí no era especialmente severa. La disciplina en las legiones romanas, por ejemplo, podía llegar a ser casi igual de estricta.
 
A diferencia de los gladiadores, los soldados no podían ser torturados, pero se enfrentaban a severos castigos por crímenes que iban desde el robo y las relaciones homosexuales a la perdida de armas y el incumplimiento de la vigilancia nocturna. Entre los castigos, se incluían recibir latigazos y ser apaleados hasta la muerte.
 
Puede que a algunos de los esclavos de los lanistas incluso les gustara la disciplina. Difícilmente podían haber pensado en las recompensas. Los gladiadores victoriosos alcanzaban gloria, dinero, celebridad y sexo, que era mas de lo que otros esclavos podían esperar.

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