Sorprendentemente,
los romanos llamaban juego (en latin, ludus) a una empresa de gladiadores.
Ludus se traduce también como "escuela", y de hecho formaba a
principiantes, aunque, con escasas excepciones, no había graduados. La mayoría
de gladiadores vivía y moría en el ludus donde empezaba.
Los
romanos también describían el ludus como familia u hogar. Como en cualquier
hogar, el ludus atendía las necesidades básicas de comida y refugio, pero también
ofrecía cuidados médicos. Los gladiadores tenían limitado el consumo de vino y seguían
una dieta alta en carbohidratos, con muchas gachas de cebada. Así como a los
luchadores de sumo, se les animaba a que acumularan grasa en la cintura, en su
caso como capa protectora frente a las heridas.
Los
gladiadores, como si fueran purasangres mimados, comían bien. "Decid a
vuestros amos que alimenten a sus esclavos!", fue el severo consejo de un bandido
de dentro del Imperio Romano para que los romanos pudieran acabar con el
crimen. Llovería sobre mojado si hubiera predicado a los lanistas, pues estos tenían
que tratar bien a sus gladiadores si querían tener éxito.
Ludus
podía significar "juego", pero la vida allí se tomaba en serio. Un
nuevo recluta hacia el juramento mas sagrado que se podía imaginar y el mas
terrible: juraba que seria "quemado" (quizá tatuado, pues los
tatuajes eran marca de esclavitud), encadenado, golpeado y muerto por arma de
hierro.
Se
trataba, dice el escritor romano Séneca, de una promesa de morir "en pie e
invencible", puesto que encarar la muerte con calma era la cima del arte
de los gladiadores. Tras hacer su juramento, el gladiador seguía entonces un
programa de entrenamiento que era, a su modo, tan casto y estricto como el de
un espartano.
Los
gladiadores desempeñaban un papel tan importante en la cultura romana que recibían,
con mucho, mejor trato que los esclavos normales. No es que los romanos
mantuviesen una actitud positiva respecto a los gladiadores. Mas bien los
consideraban tanto buenos como malos. Ser obligado a convertirse en gladiador
era degradante; hacerse gladiador por voluntad propia era depravado; alcanzar
destreza como gladiador era peligroso, pero morir como uno era algo sublime.
Los
gladiadores no tenían amigos. Tenían aliados, rivales, jefes, parásitos,
protegidos, espías, sustitutos y traidores. El nuevo gladiador aprendía en
quien confiar y a quien vigilar, quien le cubriría las espaldas y quien le robaría
su comida. Enseguida se hacia una idea de los hombres: el fuerte, el ágil, el
duro, el despiadado; el débil, el torpe, el blando y el de buen corazón.
Surgiría
un orden jerárquico de cabecillas y seguidores, tan brutal y con tanta
conciencia del estatus como en cualquier prisión. Una noche, un hombre compartía
la comida anterior a un combate con sus camaradas; al día siguiente, mataba a
su compañero de mesa y, poco después, encargaba la lapida de la victima.
Quizás
algunos gladiadores desertaran porque la vida en el ludus era dura, pero para
los estándares romanos la vida allí no era especialmente severa. La disciplina
en las legiones romanas, por ejemplo, podía llegar a ser casi igual de
estricta.
A
diferencia de los gladiadores, los soldados no podían ser torturados, pero se
enfrentaban a severos castigos por crímenes que iban desde el robo y las
relaciones homosexuales a la perdida de armas y el incumplimiento de la
vigilancia nocturna. Entre los castigos, se incluían recibir latigazos y ser
apaleados hasta la muerte.
Puede
que a algunos de los esclavos de los lanistas incluso les gustara la
disciplina. Difícilmente podían haber pensado en las recompensas. Los
gladiadores victoriosos alcanzaban gloria, dinero, celebridad y sexo, que era
mas de lo que otros esclavos podían esperar.
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