Mientras los transpones de
tropa cruzaban el Adriático desde Brundisium, Marco Agripa mandó la mitad de
sus cuatrocientas galeras para atacar la base de Antonio en Modona. Consiguió
una victoria total, sobre todo porque, después de matar a Bogud, hundió la
mitad de sus naves y puso la otra mitad a su servicio. Después, Agripa hizo lo
mismo con Sosio en Leucas. No obstante, Sosio consiguió escapar. Antonio y
Cleopatra estaban absolutamente desabastecidos de trigo y de comida que viniese
por mar, no importaba su punto de origen. Así pues, la única manera de
alimentar a las fuerzas de tierra y de mar era por tierra, pero Antonio se negó
en absoluto a que sus soldados romanos fueran utilizados como bestias de carga
o incluso de líderes de las bestias de carga. ¡Que los indolentes egipcios de Cleopatra
hiciesen algo por una vez!. ¡Que ellos organizasen el transporte terrestre!.
Todos los burros y las muías,
en el este del país, fueron requisados y cargados hasta lo máximo tolerado.
Pero los capataces egipcios tenían muy poco respeto por los animales: no les
daban agua y miraban indiferentes cómo morían mientras las caravanas cruzaban
las montañas de Dolopia. En estas circunstancias, los griegos se vieron obligados
por millares y a punta de espada a cargar los sacos y ánforas de suministros y
caminar las ochenta terribles millas entre el final del golfo de Malis y la
bahía de Ambracia.
Entre estos desgraciados porteadores había un griego llamado
Plutarco que sobrevivió a este padecimiento y, con el transcurso de los años, entretenía
a sus nietos con los horribles relatos que suponía cargar aquel trigo a lo
largo de ochenta penosas millas.
( Colleen McCullough en
"Antonio y Cleopatra" )
PLUTARCO |
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