En el Egipto de los Tolomeos, la
principal fuente de los ingresos reales no era la capital Alejandría (la ciudad
más grande del mundo, con tres millones de habitantes, cuando en Roma apenas no
llegaba al millón), sino el propio Egipto interior del río Nilo. Allí, donde
los soberanos habían existido desde quién sabía cuántos miles de años, todo
pertenecía al faraón. La tierra, las cosechas, las bestias y las aves de los
campos y las granjas, las abejas, los impuestos, tributos y tarifas. El faraón sólo
compartía la producción de hilo, que era competencia de los sacerdotes; éstos
recibían un tercio de los ingresos generados por este hilo, el mejor del mundo.
Egipto era el único lugar del mundo donde se tejía un hilo tan tenue que quedaba
diáfano como un cristal ligeramente empañado, solamente en Egipto se teñía de
tan mágicos colores, y solamente en Egipto el hilo tenía una blancura tan extraordinaria.
Otra fuente de ingresos era tan única como lucrativa: Egipto producía
papel a partir del papiro, que abundaba en el Delta, y el faraón también era
dueño del papel. Por tanto las rentas del faraón antes de que Egipto pasara a
dominio romano, ascendían a más de doce mil talentos de oro anuales, divididos
en dos erarios: el privado y el público. Seis mil talentos en cada uno. Con el
erario público el faraón pagaba a sus gobernadores de distrito, sus burócratas,
su policía, la policía del río, su ejército, su armada, sus trabajadores, sus
campesinos. Incluso cuando el Nilo no se desbordaba, esas rentas públicas bastaban
para comprar grano a países extranjeros. Los fondos privados pertenecían
plenamente al faraón y no podían destinarse a nada más que a las necesidades y
deseos personales del faraón, como las construcciones de sus palacios y sus
tumbas. En sus arcas se acumulaba la producción nacional de oro, piedras
preciosas, porfirio, ébano, marfil, especias y perlas.
Las flotas que partían hacia el Cuerno de África en busca de la
mayor parte de aquellas riquezas pertenecían al faraón. No era extraño, pues,
que los Tolomeos como Auletes, privados del título de faraón, lo anhelaran, y a
que Alejandría era una entidad por completo separada de Egipto. Si bien el rey
y la reina ingresaban en forma de impuestos buena parte de los beneficios de la
ciudad, no eran propietarios de ella ni de sus bienes, ya fueran los barcos,
las fábricas de vidrio o las compañías de mercaderes. Tampoco tenían derecho a
la tierra en que se hallaba la urbe. Alejandría había sido fundada por Alejandro
Magno, que se las daba de griego pero era macedonio de la cabeza a los pies. El
Intérprete, el Registrador y el Contable, principales funcionarios de la corte,
recaudaban todos los ingresos públicos
de Alejandría y los utilizaban en gran medida en su propio interés, mediante un
sistema de privilegios y prebendas que incluían el palacio.
Habiendo experimentado las dinastías asirias, kuchitas y persas
antes de la llegada de Tolomeo, el mariscal de Alejandro Magno, los sacerdotes
de Ptah en Menfis habían llegado a un acuerdo con él y le habían entregado el
erario público egipcio a condición de que en el Egipto del Nilo se invirtiera
la cantidad suficiente para mantener la prosperidad de su pueblo y sus templos.
Si el Tolomeo era también faraón, disponía asimismo de los fondos privados. Sólo
que éstos no saldrían de las cámaras del tesoro de Menfis a menos que el faraón
en persona fuera a retirar la suma que necesitara.
Así pues, cuando Cleopatra
huyó de Alejandría no imitó a su padre zarpando del Gran Puerto sin dinero; fue
a Menfis donde los sacerdotes la reconocían como la legítima faraona, y obtuvo
el dinero necesario para contratar a un ejército de mercenarios con el que
derrocar a su hermano el faraón Tolomeo XIII Teos Filopator, con la ayuda de
Cayo Julio César que deseaba convertir a Egipto en el suministrador del grano
que Roma necesitaba para cubrir sus necesidades alimenticias.
"Alejandro Magno, que se las daba de griego pero era macedonio de la cabeza a los pies" pendejo.
ResponderEliminarPericles que se las daba de griego pero era ateniense de la cabeza a los pies.
Leonidas que se las daba de griego pero era espartano de la cabeza a los pies.
Los dorios o lacedamonios, que se las daban de griegos y de hijos de heracles, pero eran invasores bárbaros de la cabeza a los pies.
Las ciudades estado del Peloponesos, que se las daban de griegas, pero buscaban el menor pretexto para masacrarse entre ellas.