He
pensado que los pergaminos adjuntos, César, te molestarían tanto como a mí. Al
fin y al cabo, aparte de mí, eres la única persona que conozco cuyo
aborrecimiento hacia Catón es tan grande como el monte Ararat. Esta «joya» es
obra de ese campesino, Cicerón, y naturalmente la ha publicado Ático. En cuanto
tuve ocasión de conocer al hipócrita plutócrata que se las arregla para estar
en buenas relaciones contigo y con tus enemigos, le lancé una filípica que no
olvidará en mucho tiempo.
«Además
de hipócrita, eres un parásito, Ático -dije-. El intermediario por antonomasia,
que obtiene toda clase de beneficios sin el menor talento. Me alegro que César
haya establecido una de sus colonias más grandes para el censo por cabezas en
tu latifundio de Épiro. Así aprenderás lo que puede pasar cuando uno inicia un
negocio en tierras públicas. Espero que te pudras en vida, y espero que los
pobres de César causen estragos en tu latifundio.»
No
podría haber encontrado una manera mejor que ésa de alarmarlo. Por lo visto él
y Cicerón
pensaban que habían apartado a tu colonia lejos del ganado y las tenerías de
Ático. Ahora saben que están aún en Butrotum. César, no te dejes convencer por
Ático para trasladar a otra parte esa colonia. Ático no es dueño de la tierra,
no paga arriendo por la tierra, y se merece todos los daños que podáis causarle
tú y el censo por cabezas. ¡Publicar ese asqueroso himno de elogio al peor
hombre que se ha sentado jamás en el Senado! Estoy furiosa. Cuando leas el Catón
de Cicerón, también tú montarás en cólera. Por supuesto, ese idiota de hijo
mío lo considera extraordinario. Por lo visto había escrito un pequeño panfleto
ensalzando al tío Catón, pero lo rompió después de leer el panegírico de
Cicerón.
Dice
Bruto que volverá a Roma en cuanto Vibio Pansa llegue para sustituirlo en el gobierno
de la Galia Cisalpina. Francamente, César ¿de dónde sacas a esos don nadie? Aun
así, Pansa tiene dinero suficiente para haberse casado con la hija de Fufio
Caleno, así que me atrevería a decir que Pansa llegará lejos. Ahora están en
Roma unos cuantos de tus antiguos legados en la Galia, desde el pretor Décimo
Bruto hasta el ex gobernador Cayo Trebonio.
Sé
que Cleopatra te escribe unas cuatro veces al día, pero he pensado que quizá te
gustaría leer algo de otra persona en un tono más desapasionado. Ella
sobrevive, pero está muy triste sin ti. ¿Cómo tuviste el valor de decirle que
sería una campaña corta? Pasará un año antes que se te vuelva a ver en Roma,
calculo.
¿Y por qué demonios la instalaste en ese mausoleo de mármol? La pobre está siempre helada. El invierno es frío y ha llegado pronto; hay hielo en el Tíber y Roma ya está nevada. Supongo que el invierno alejandrino se parece a los últimos días de la primavera en Roma. Al niño le va mejor, y piensa que jugar en la nieve es la mejor diversión que se ha inventado.
¿Y por qué demonios la instalaste en ese mausoleo de mármol? La pobre está siempre helada. El invierno es frío y ha llegado pronto; hay hielo en el Tíber y Roma ya está nevada. Supongo que el invierno alejandrino se parece a los últimos días de la primavera en Roma. Al niño le va mejor, y piensa que jugar en la nieve es la mejor diversión que se ha inventado.
Ahora,
los chismes: Fulvia está embarazada de Antonio y tiene tan buen aspecto como de
costumbre. Imagínatelo, un vástago, probablemente varón, del tercero de sus
amigos camorristas. Clodio, Curio, y ahora Antonio.
Cicerón-¡oh,
no puedo quitarme de encima a ese hombre!se casó el otro día con su pupila de diecisiete
años, Publilia. ¿Qué te parece? Repugnante.
Lee
el Catón. Cicerón, dicho sea de paso, ardía en deseos de dedicárselo a
Bruto, pero Bruto declinó el insigne honor. ¿Por qué? Porque sabía que si
aceptaba, yo lo asesinaría.
( C.
McC. )
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