El dinero es lo que manda en el mundo. Sin dinero, un hombre no era nada. No era de extrañar que cuando alguien alcanza un puesto en el que tiene ocasión de robar para enriquecerse, no dude en hacerlo. Pero un hombre que quiera enriquecerse en política, primero debe asegurarse de que le elijan pretor; a partir de ese momento hace su fortuna y quedan compensados los años de inversión. El destino del pretor es el gobierno de una provincia y en ella es un dios que actúa a sus anchas. Si puede, organiza una guerra contra cualquier tribu bárbara fronteriza, se apodera del oro y los tesoros sagrados, vende los cautivos como esclavos y se embolsa el producto. Y si no hay Posibilidades de guerra, quedan otros recursos: comerciar en grano a cambio de materias primas, prestar dinero a interés exorbitante (y usar el ejército para cobrarlo, en caso necesario), manipular los libros de recaudación de impuestos, vender la ciudadanía romana a determinado precio o recibir comisiones ilícitas por cédulas gubernamentales eximiendo a una ciudad de su tributo a Roma.
( Párrafo de Colleen McCullough en "El primer hombre de Roma").
No hay comentarios:
Publicar un comentario