- Ven, Bucéfalo. Hoy cabalgamos hacia nuestro destino.
- Neoptólemo... Recuerdo el día que saltaste por encima de
la torre de asalto de Tiros. ¡Eras un gigante! ¿y hoy? ¿cómo combatirás?
- Dexipo, por Atenea, ¿a qué distancia lanzaste a tu hombre
luchando en los últimos Juegos Olímpicos? ¿llegarás tan lejos con tu pica?
- Y Timandro, hijo de Menandro, que tan gran soldado fue
para mi padre.
- Aún lloro la muerte de tu hermano, Adaios, que tan
valientemente murió en Halicarnaso.
- Desciendes de una familia muy honorable, Timandro. Lucha
por ellos hoy.
- ¡ Todos habéis hecho honor a vuestro país y a vuestros
antepasados!. Y ahora que llegamos a este lugar tan apartado de Asia donde,
frente a nosotros, Dario ha reunido por fin un vasto ejército. ¡Esos persas
parecen ser muy numerosos!. Pero mirad otra vez a esa horda y preguntaos ¿quién
es ese Gran Rey que paga a asesinos con monedas de oro para asesinar a mi
padre, nuestro rey, del modo más despreciable y cobarde?. ¿Quién es ese Gran
Rey, Darío, que esclaviza a sus propios hombres para combatir?. ¿Quién es ese
Rey si no un rey de aire?. Esos hombre no combaten por sus hogares. Combaten
porque ese rey les ordena hacerlo. Y cuando combaten, se desvanecen como el
aire porque no sienten ninguna lealtad hacia un rey de esclavos. ¡Pero nosotros
no estamos aquí hoy como esclavos!. ¡Estamos aquí como hombres libres
macedonios!
- Algunos de vosotros, tal vez yo mismo, no vivamos para ver
el sol ponerse hoy tras estas montañas. Pero yo os digo lo que todo guerrero ha
sabido desde el principio de los tiempos. ¡Venced vuestro miedo y os prometo
que venceréis a la muerte!
- Cuando os pregunten por qué luchasteis con tanto valor,
responderéis: "¡ Yo estuve ahí ese día en Gaugamela por la libertad y la
gloria de Grecia! ¡Que Zeus nos acompañe!
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