La
ciudad de Utica lo incineró al día siguiente en una enorme pira de incienso,
mirra, nardo, canela y bálsamo de Jericó, envuelto su cuerpo en púrpura tiria y
paño de oro.
Marco
Porcio Catón, enemigo de toda ostentación, habría detestado la ceremonia.
Pese
al escaso tiempo de que disponía para preparar su muerte, había hecho todo lo
posible: había dejado cartas para su pobre y desolado hijo, para Estatilo y
para César, donativos en dinero para Lucio Gratidio y Prognantes el mayordomo,
todavía inconsciente.
Pero no dejó nada para Marcia, su esposa.
( C.
McC. )
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