Su majestad, sabes que he sido tu más firme partidario.
Pero ya nunca más. El tiempo ha demostrado que una campaña no es lugar para una
mujer, sobre todo cuando esa mujer ocupa la tienda de mando. Tu presencia ha
sembrado la discordia, la furia y la oposición de los hombres. Por tu presencia
hemos perdido a muchos hombres de valor e incluso un valioso tiempo. Tu
presencia ha robado a las tropas romanas su vitalidad, su voluntad de ganar. Tu
sexo ha creado tantos problemas que, incluso si fueses un Julio César (cosa que
claramente no eres), tu presencia sería una pesada carga para Antonio y sus
generales. Por lo tanto, digo con toda firmeza que debes regresar a Egipto de
inmediato. ¡Y me da igual que todo esto lo hayas financiado con tu dinero!,
¡aquí no eres nadie!, ¡ a ningún ejército romano lo manda nunca una mujer!.
¿Me escuchas, joder?... No has entendido lo que digo, su
majestad. Digo que no podemos ganar esta guerra mientras tú estés aquí. Eres
una mujer que intenta llevar las botas militares de un hombre, y no lo has
conseguido. Tú y tus caprichos nos han costado mucho, y es el momento de que te
des cuenta. ¡Si hemos de ganar, debes marcharte inmediatamente!. ¡Márchate
ya!....
No hay comentarios:
Publicar un comentario