Sé
que tendría que escribirte más a menudo, viejo amigo, pero el inconveniente es que
me cuesta escribir cartas. Tus cartas sí que son como un corcho lanzado a quien
está a punto de ahogarse; y llenas de tu personalidad, sin adornos ni
formalismos. Bueno, esta simple frase me ha costado lo que no te imaginas.
No me
cabe la menor duda de que habrás ido al Senado a soportar los quejidos de nuestro
Meneitos respecto a lo que le cuesta al Estado mantener un ejército del censo
por cabezas en un segundo año de inactividad al otro lado de los Alpes. ¿Y cómo
voy a conseguir que me elijan cónsul por cuarta vez y tres veces consecutivas?
Eso es lo que tengo que hacer. Porque, si no, pierdo todo lo que me había
propuesto. Porque el año que viene, Publio Rutilio, va a ser el año de los
germanos. Lo noto. Sí, admito que no existe base real para ese presentimiento,
pero cuando vuelvan Lucio Cornelio y Quinto Sertorio, estoy seguro de que me lo
confirmarán. No he sabido nada de ellos desde que el año pasado me trajeron al
rey Copilo. Y aunque me alegra que mis dos tribunos de la plebe lograsen
declarar culpable a Quinto Servilio Cepio, aún lamento no haber podido hacerlo
yo mismo con Copilo de testigo. No importa. Quinto Servilio ha tenido su merecido.
No obstante, es una lástima que Roma no haya podido recuperar el oro de Tolosa.
Habría servido para pagar muchos ejércitos del censo por cabezas.
Aquí
la vida continúa como siempre. La Vía Domicia ha quedado en perfecto estado desde
Nemausus hasta Ocelum, con lo que en el futuro resultará mucho más fácil la marcha
de las legiones. Había llegado a un estado ruinoso, y tenía tramos que no se
habían reparado desde los tiempos en que el tata de nuestro nuevo pontífice
máximo estuvo por aquí, hace casi veinte años. Las inundaciones, las heladas y
los chaparrones la habían dejado muy deteriorada. Naturalmente, no es igual que
construir una calzada nueva, porque una vez que se han colocado las piedras del
lecho del afirmado, es una base que dura para siempre; pero es imposible que la
tropa y los carros marchen bien por una calzada llena de hoyos y con piedras que
sobresalen; la superficie superior de arena, grava y polvo de piedra debe estar
tan lisa como una cáscara de huevo y hay que regarla hasta que se apelmaza como
hormigón. Te aseguro que la actual Vía Domicia es mérito de mis hombres.
Hemos construido también una
calzada que cruza los marjales del Rhodanus desde Nemausus hasta Arelate. Y
acabamos de terminar la excavación de un canal navegable desde el mar hasta
Arelate, para evitar los pantanos, barrizales y bancos de arena de la desembocadura.
Todos los peces gordos griegos de Massilia se arrastran agradecidos, con la nariz
donde yo pongo el culo, los hipócritas. Pero el agradecimiento no ha hecho que
se reduzcan en nada los precios de lo que venden a mi ejército.
Por
si oyes hablar de ello y la historia se tergiversa, ya que las historias que a
mí y a los míos se refieren siempre se tergiversan, te diré lo que sucedió con
Cayo Lusio. Recordarás al hijo de mi cuñada, que llegó aquí como tribuno
militar. Mi capitán preboste vino a verme hace dos semanas para decirme algo
que consideraba muy mala noticia. Habían hallado a Cayo Lusio muerto en el
barracón de oficiales, abierto en canal de un limpio tajo desde la garganta al
vientre, como no lo haría el mejor oficial. El autor, un soldado, se había
entregado; era también un simpático muchacho, de lo mejor, me dijo su
centurión. Resulta que Lusio era marica, le gustaba ese soldado y no dejaba de
molestarle, hasta que en la centuria, el muchacho se convirtió en la risión y
todos hacían burla de él con gestos raros y parpadeos. El pobre soldado no
podía evitar aquello y el resultado fue el homicidio. De todos modos, tuve que
someterle a un consejo de guerra y debo decirte que tuve sumo placer en
declararle inocente, ascenderle y recompensarle con una bolsa de dinero. Bueno,
ya vuelvo a caer en el estilo literario.
El
asunto se resolvió bien para mí, porque demostré que, para empezar, no tenía parentesco
de sangre con Lusio, y, en segundo lugar, esto me dio la oportunidad de
demostrar a los oficiales que para su general la justicia se lleva a cabo sin
favoritismos para los familiares. Supongo que los maricas pueden desempeñar
ciertos cometidos, pero, decididamente, la legión no es para ellos, ¿no crees,
Publio Rutilio? ¿Te imaginas lo que habríamos hecho con Lusio en Numancia? No
habría acabado con una muerte limpia y rápida, sino dando alaridos. Aunque uno
no puede nunca asombrarse, y jamás olvidaré las cosas que oí en el funeral de Escipión
Emiliano. Bueno, de mí, nunca dijo nada malo, así que no tengo por qué comentar
nada. Era un tipo raro, pero yo creo que esas historias se cuentan cuando los
hombres no engendran hijos.
Y eso
es todo. Ah, salvo que este año he hecho algunos cambios en el pilum, y espero
que la nueva versión se generalice. Si dispones de dinero, compra acciones de
una de las nuevas factorías que van a manufacturarlas. O búscate una factoría,
pues si eres dueño del edificio los censores no pueden acusarte de prácticas
impropias de senador, ¿no es así, ahora?
Bueno,
lo que he cambiado es la forma de unión entre el asta de hierro y el mango de
madera. El pilum es una obra de arte comparada con la vieja lanza tipo hasta,
pero no cabe duda de que son mucho más costosos debido a su punta más pequeña y
dentada en lugar de la punta larga en forma de hoja, y llevar un asta de hierro
más larga y un mango de madera moldeado para complementar la fuerza dinámica
del lanzamiento, en vez del viejo mango tipo escoba de la hasta. Hace mucho
tiempo que vengo observando que al enemigo le encanta apoderarse de estos
pilum, y provocan a nuestras tropas bisoñas para que se los arrojen cuando no
hay posibilidad de acertar más que en los escudos. Luego se quedan con el pilum
o nos lo arrojan a nosotros.
Lo
que yo he hecho ha sido descubrir el modo de unir el asta de hierro al mango de
madera con una clavija débil, y cuando el pilum hace impacto, el asta se rompe
por la juntura y el enemigo no puede volver a arrojárnoslo ni llevárselo.
Además, si conservamos el campo después de la batalla, los armeros pueden ir
recogiendo los trozos rotos para volverlos a montar. Nos ahorra dinero porque
no se pierden y ahorramos vidas porque el enemigo no nos los puede arrojar.
Y ésas son todas las
noticias. Escribe pronto.
( C. McC. )
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