Con
el pago de diez talentos de la donación de Cornelia Metela, los aproximadamente
10.000 hombres pudieron comer pan durante aquellos dos meses de preparativos,
pan empapado de buen aceite de oliva. Haciendo indagaciones, encontraron
tocino, y Catón disponía aún de una gran reserva de garbanzos. Sus propios diez
mil hombres estaban en magnífica forma, gracias a casi un mes de remo, pero los
últimos en llegar, a causa de las heridas y la inactividad, estaban más
débiles. Catón hizo llamar a todos sus centuriones y dio órdenes: todos los
hombres que se disponían a marchar tenían que someterse a un riguroso programa
de instrucción y ejercicio, y en enero aquellos que no estuvieran en forma se
quedarían en Arsinoe y tendrían que arreglárselas por sí solos.
( C.
McC. )
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