Prisco, tengo sesenta y seis años y vos tenéis, me parece recordar, una docena más que yo. Hemos llegado a una edad en que la muerte es un lugar común al que no debe temerse, especialmente nosotros. ¿Qué es toda filosofía sino la preparación para una muerte serena?. ¿Y qué podemos perder los verdaderos filósofos sino aquello que en cualquier caso abandonaremos más tarde o más temprano?. Los diversos ataques que he sufrido en los últimos años, que me dejaron inconsciente y débil, y también mi tos crónica, agravada por un invierno especialmente húmedo, amenazan con llevarme a la muerte en cualquier momento. Estoy perdiendo la vista, y sufro una de las formas más dolorosas de gota. Unamos por lo tanto sin temor nuestras fuerzas y devolvamos golpe por golpe a los cristianos, antes de que destruyan totalmente el mundo que amamos.
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