Paga puntual, donativos
accidentales y premios establecidos tras el plazo competente, aliviaban las
penalidades de la carrera militar, al paso que no cabía a la desobediencia o a
la cobardía el evitar sus severísimos castigos. Competía a los centuriones el
apalear, y a los generales el imponer pena capital, y era máxima inflexible de
la disciplina romana que un buen soldado debía temer mucho más a sus oficiales
que al enemigo. A impulsos de estas disposiciones, realzóse el valor de las
tropas imperiales con un tesón y docilidad inasequibles con los ímpetus de los
bárbaros.
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