Areta
de Cirene (en griego, Ἀρήτη; fl. siglo IV a.C.), hija de Aristipo de Cirene, fue
una filósofa de la escuela cirenaica.
Aprendió
filosofía de su padre, Aristipo, que fue alumno de Sócrates. A su vez,
enseñó filosofía a su hijo, Aristipo el Joven, por lo que este fue
apodado "Metrodidactos" ("educado por la madre", en griego,
μητροδίδακτος). Areta
es a veces descrita como la sucesora de su padre en la dirección de la escuela
cirenaica, aunque pudo haber sido su hijo el que fundó formalmente la escuela. Supuestamente
escribió cuarenta obras.
Entre
las falsas epístolas socráticas (que datan probablemente del siglo I) hay una
carta apócrifa dirigida a Areta. En esta carta, Areta es representada viviendo
una vida bastante próspera en Cirene. Arístipo le dice "aún tienes dos
huertas, suficiente para una vida lujosa; la propiedad de Berenice, por sí
sola, podría proporcionarte un nivel de vida muy alto".
Arístipo le
sugiere que, tras su muerte, debería "ir a Atenas, después de haber dado a
Arístipo [el Joven] la mejor educación posible". Sugiere que debería
vivir con Jantipa y Myrto, y que debería tratar a Lamprocles como si fuera su
propio hijo, y adoptar a "la hija de Eubois, a la que solías tratar como
si fuese libre". Por encima de todo, le urge a "cuidar del pequeño
Arístipo para que sea digno de nosotros y de la filosofía, que es la auténtica
herencia que le dejó, ya que en otros aspectos tendrá a los funcionarios de
Cirene como sus enemigos".
John
Augustine Zahm (escribiendo bajo el pseudónimo de Mozans), sostenía que el
estudioso del siglo XIV Giovanni Boccaccio tenía acceso a los "primeros
escritores griegos", lo que le permitió elogiar especialmente a Areta
"por la variedad y amplitud de sus logros".
Se
dice de ella que enseñó filosofía natural y moral en las escuelas y academias
de Ática durante treinta y cinco años, que escribió cuarenta libros, y que
contó con ciento diez filósofos entre sus alumnos. Gozaba de tanta
consideración por parte de sus compatriotas que inscribieron un epitafio en su
tumba declarándola ser el esplendor de la Antigua Grecia y poseer la belleza de
Helena, la virtud de Penélope, la pluma de Aristipo, el alma de Sócrates y la
lengua de Homero.
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