Tiridates o Tirídates I fue rey de Armenia desde 53 hasta
su muerte, así como el instaurador de la dinastía arsácida en el territorio,
cuya administración perduraría hasta el derrocamiento de su último
representante, Artaxias IV (428).
El emperador Nerón le coronó en
66 —a pesar de que su reinado se iniciara en el año antes señalado y
experimentara dos interrupciones, una en 54 y otra en 58-63— en un intento de
consolidar un territorio muy inestable debido a las consecuencias derivadas de
la lucha entre romanos y partos. La coronación de Tiridates sentó un
importante precedente por el que los reyes de Armenia serían príncipes partos
cuyo nombramiento dependiera de la aprobación del Imperio romano. Cabe destacar
además de este acontecimiento que, si bien convirtió a Armenia en una especie
de «Estado satélite» de Roma, ciertos autores creen que implicó una cesión de
facto del territorio al Imperio parto.
Tiridates destacó también por
ser un sacerdote zoroastriano; incluso en su coronación acudió a Roma
acompañado de otros maginota. A comienzos del siglo XX Cumont especuló con la
posibilidad de que Tiridates tuviese un papel relevante en el desarrollo del
mitraísmo, al que considera en esencia un zoroastrismo romanizado; no
obstante, esta teoría ha sido rechazada en numerosas ocasiones. Tiridates
desempeña uno de los roles principales en la opera Radamisto de Händel, así
como en Octavia, de Keiser.
Nacido de la relación entre Vonones
II y una concubina helena, apenas conocemos nada de su niñez ni de su
adolescencia, únicamente que la pasó en Media, territorio que administró su
padre durante el reinado del hermano de éste Gotarces II. El nombre Tiridates
quiere decir «dado por Tir» —Tir era el dios armenio-parto de la literatura, la
ciencia y el arte derivado del avéstico Tishtrya y muy asociado a la divinidad
helena Apolo. En 51 el procurator romano de Capadocia, Julio Peligno, invadió
Armenia y arrasó el país, entonces dominado por el usurpador iberio Radamisto,
que había asesinado a su tío Mitrídates.
Sin esperar instrucciones desde
el imperio, el procurador romano reconoció a Radamisto como nuevo monarca de
Armenia. El administrador de la provincia de Siria Ummidio Quadrato envió a Helvidio
Prisco al mando de un importante contingente con la misión de poner orden en el
territorio, pero la expedición tuvo que detenerse cuando desde Roma llegaron
órdenes de no llevar a cabo ninguna acción que el Imperio parto pudiera interpretar
como una provocación.
En el año 52, el rey Vologases
I de Partia aprovechó la inestabilidad de la zona para invadir Armenia,
conquistando rápidamente Artaxata y proclamando a su hermano menor Tiridates
como nuevo rey. Esta acción constituía una violación del acuerdo que había
alcanzado Octavio con Fraates IV en el que se explicitaba que eran los romanos
los que tenían el derecho de nombrar y coronar a los monarcas armenios.
Vologases declaró que no podía permitir que el trono de Armenia, otrora
propiedad de sus ancestros, acabara usurpado por un asesino. Una epidemia
invernal y una insurrección liderada por su heredero Vardanes hicieron que
Vologases tuviera que retirar sus tropas de Armenia, momento del que se valió
Radamisto para volver e iniciar una severa política de represión que causó la
rebelión del pueblo armenio y la proclamación como nuevo rey del príncipe parto
Tiridates (55).
Radamisto escapó con su esposa Zenobia
que, a causa de su embarazo, pidió a su marido que acabara con su vida para no
ser capturada. Radamisto la apuñaló con una daga meda y arrojó su cuerpo al
Aras, pero la herida no resultó mortal y Zenobia sería encontrada por unos
pastores que la enviaron con Tiridates, quien la recibió amablemente y la trató
como un miembro más de la estirpe real. Radamisto pudo retornar a Iberia,
donde su padre Farasmanes le condenó a muerte por haber conspirado contra el
poder real.
La creciente influencia del
Imperio parto en Oriente causó una enorme inquietud al emperador Nerón, que
envió allí a Corbulón al mando de un gran ejército y con órdenes de restaurar
el dominio romano en la zona. Como el comandante romano permanecería en
campaña una importante temporada un asmoneo llamado Aristóbulo recibió la
administración de Armenia Menor —constituida esencialmente por Nicópolis y
Satala— mientras que Armenia Sophene le correspondió a Sohaemo de Emesa. En la
primavera de 58 Corbulón penetró en Armenia desde Capadocia y marchó sobre
Artaxata mientras Farasmanes de Iberia atacaba desde el norte y Antíoco IV de
Comagene realizaba una incursión por el sudoeste. Apoyado por su hermano,
Tiridates envió columnas volantes para asaltar en varios puntos las columnas
romanas, pero Corbulón contestó empleando las mismas tácticas, y utilizó a las
tribus nativas Moschoi para que saquearan las regiones fronterizas de Armenia.
Tirídates pudo huir de la capital antes de que la capturaran los romanos, que
la quemaron hasta los cimientos. Ese mismo verano Corbulón avanzó sobre
Tigranocerta a través de un duro terreno que pasaba por Taronitida, donde
numerosos oficiales murieron en una emboscada orquestada por la resistencia
armenia. Sin embargo, cuando alcanzaron la ciudad ésta capituló y abrió sus
puertas a excepción de una de las ciudadelas urbanas, destruida al asalto por
los invasores. En este punto la mayor parte del pueblo armenio había
abandonado la resistencia y aceptado al príncipe nombrado por Roma.
Nerón nombró nuevo rey de
Armenia al último de los descendientes reales de la monarquía capadocia, nieto
de Glafira —la heredera de Arquelao de Capadocia— y Alejandro de Judea —el
hermano de Herodes Arquelao y heredero de Herodes el Grande, que asumió el
trono con el nombre de Tigranes VI. Su heredero Alejandro contraería
matrimonio con Iotapa —hija de Antíoco VI— y obtendría el reino de Cilicia. Las
victorias en Oriente complacieron al pueblo romano, que aclamó públicamente a
su emperador y propició que éste recompensara a Corbulón con la administración
de la provincia de Siria. Tigranes recibió una guardia de mil legionarios, tres
cohortes auxiliares y dos divisiones de caballería para que impidiera la
invasión de su territorio, cuyos límites territoriales pasaron al dominio de
los aliados romanos que había apoyado a Corbulón, entre los que destacan
Polemón II, Parasmanes, Aristóbulo y Antíoco.
Por el contrario, el emperador
parto estaba ahora enormemente contrariado por el hecho de que de nuevo un
monarca extranjero ocupara el trono armenio, pero no pudo apoyar de inmediato
la causa de su hermano al hallarse combatiendo a los hircanios, que se habían
rebelado.Tigranes aprovechó el impasse para invadir el reino de Adiabene y
deponer a Monobaces (61), un vasallo de los partos.
Vologases consideró este
movimiento como un acto de agresión de los romanos e inició una campaña para
restaurar a Tiridates en el trono armenio ordenando al spahbod Moneses —al que
concedió el mando de un contingente de catafractos y auxiliares adiabenianos—
expulsar a Tigranes de Armenia. El mismo Vologases participó en persona en la
campaña tras acabar con los hircanios rebeldes. Cuando fue informado del
inminente ataque, Corbulón envió inmediatamente dos legiones lideradas por Verulano
Severo y Vetio Bolano a apoyar a Tigranes, aunque con instrucciones secretas de
actuar de forma cautelosa en lugar de agresiva. Envió una carta a Nerón en la
que le solicitaba el envío de otro comandante, pues ahora eran dos provincias
—Armenia y Siria— las que se encontraban en peligro. El resto de las legiones
serían estacionadas a orillas del Éufrates y las tropas irregulares en el resto
de provincias cercanas. Como la región tenía una importante escasez de agua
ordenó la construcción de defensas en los puentes y ocultó los arroyos
enterrándolos con arena.
Moneses marchó sobre
Tigranocerta, pero no pudo atravesar los muros de la ciudad al no estar sus
tropas preparadas para un asedio de larga duración. Corbulón envió entonces a
un centurión llamado Casperio al campamento de Vologases en Nisibis —ubicada a
37 kilómetros de Tigranocerta— con la petición de que los partos levantaran el
sitio, requerimiento al que los partos accedieron, en parte debido a una plaga
de langostas y a la escasez de pastos para su caballería, si bien a cambio de
que se le entregara Armenia para alcanzar un acuerdo de paz. Vologases demandó
que tanto las tropas romanas como los soldados partos fueran evacuados del
territorio armenio, que Tigranes fuera depuesto, y que Tiridates fuera
reconocido, condiciones a las que decidió no acceder. Tras la ruptura de las
negociaciones Roma envió a la región a Cesenio Peto, gobernador de Capadocia,
para resolver la cuestión anexionando Armenia a la administración romana.
Pero Peto demostraría su
incapacidad como comandante al conducir a las tropas romanas a una humillante
derrota en la batalla de Rhandeia en 62, que comportó la destrucción de
numerosas unidades auxiliares y un grave quebranto de las legiones XII
Fulminata, comandada por Calvisio Sabino y de la IIII Scythica comandada por Funisulano
Vetoniano, por lo que Nerón concedió de nuevo el mando a Corbulón, que en 63
realizó una incursión en Militene y penetró en Armenia eliminando a todos los
gobernadores regionales de los que sospechaba que pudieran apoyar a los partos.
Ese mismo año Corbulón y
Tiridates decidieron reunirse en Randeya para acordar un tratado de paz; la
localización era importante para los dos: para el monarca armenio suponía la
conmemoración de un campo de batalla en el que los partos habían alcanzado una
trascendental victoria, mientras que para el comandante romano era esencial
realizar un acto que acabara con la mala reputación de la zona.
Cuando
Tiridates entró en el campamento romano se quitó su diadema real y la puso a
los pies de una estatua de Nerón, acordando que no volvería a recibirla hasta que
le fuera entregada de manos del mismo emperador en la capital. En ese momento
Tiridates pasó a ser un rey vasallo del Imperio romano, que mantendría una
guarnición permanente en el territorio. Tiridates —en compañía de Annio
Viniciano— marchó de inmediato a Roma para participar en la ceremonia de
coronación.
Antes de embarcarse para Roma,
Tiridates realizó una visita a su madre y a sus dos hermanos en Media
Atropatene y Partia. En su travesía —que duró nueve meses en los que el monarca
armenio cabalgó con su esposa y sus herederos a su lado— le acompañó un séquito
constituido por sus parientes y una representación de la nobleza armenia
escoltada por 3000 soldados montados que cruzó Tracia, Iliria, la costa
oriental del Adriático y el Piceno, en el noreste de Italia antes de alcanzar
la capital.
El historiador Dion Casio le
describe en estos términos: «Tiridates estaba en la flor de la vida, una
notable figura en razón de su juventud, belleza, familia e inteligencia». En
octubre de ese mismo año se produciría el primer encuentro entre Nerón y
Tiridates en Neapolis (Nápoles). Tiridates dio muestra de su amor propio cuando
se negó a entregar su espada en compañía del emperador, aunque a nadie le
estuviera permitido estar armado cerca del princeps. En Puteolis (Pozzuoli)
—localidad ubicada cerca de Nápoles— Nerón ordenó la celebración de pruebas de
atletismo en honor a su invitado, que demostró su habilidad como arquero al
disparar un proyectil entre los cuerpos de dos búfalos. Cabe destacar que el de
Puteolis era el primer espectáculo en el que está probada la aparición de una
gladiadora.
Nerón le admiró por esta acción
[la negativa de Tiridates a desprenderse de su espada] y lo entretuvo de
numerosas maneras, entre las que destaca la celebración de combates de
gladiadores en Puteoli. Bajo la dirección de Patrobio, uno de sus libertos,
ofreció un brillante y ostentoso espectáculo, como demuestra el hecho de que
uno de los días no aparecieron personas sino etíopes —hombres, mujeres y niños—
en el teatro.
El clímax de las celebraciones
estaría reservado para su estancia en la capital, decorada para la ocasión con
banderas, antorchas y guirnaldas y cuyas calles estaban espléndidamente
iluminadas por la noche y atestadas de personas.
El día siguiente a la llegada
de Tiridates a Roma, Nerón entró en el Foro ataviado con ropas triunfales y
rodeado de mandatarios y soldados, todos espléndidamente engalanados con sus
resplandecientes armaduras. Mientras Nerón tomaba asiento en el trono imperial,
Tiridates y su séquito avanzaron entre dos hileras de soldados hasta alcanzar
el estrado en el que estaba el emperador, momento en que Tiridates se arrodilló
con las manos unidas sobre el pecho. Cuando cesaron las aclamaciones de los
excitados ciudadanos el monarca armenio declaró:
Mi señor, soy descendiente de Arsaces
y hermano de los reyes Vologases y Pacoro. He venido a ti, que eres mi Dios; te
he adorado como al Sol. Debo ser aquello
que me ordenes ser, porque eres mi destino y mi suerte.
Nerón replicó:
Has hecho bien en acudir aquí
para disfrutar de mi presencia en persona. Aquello que tu padre no te ha legado
y que tus hermanos no han podido preservar para ti, te lo doy, y te nombró rey
de Armenia, de modo que tú, al igual que ellos, sepas que tengo el poder de arrebatar
y conceder reinos.
Entonces Tiridates subió los
peldaños de la tribuna y se arrodilló mientras Nerón colocaba la diadema real
en su cabeza. Cuando el rey iba a arrodillarse de nuevo Nerón le detuvo con la
mano derecha y, después de besarle, ordenó que se sentara a su lado en una
silla un poco menos alta que la suya, acto que el pueblo recompensó con una
sonora ovación a ambos líderes. Como Tiridates hablaba en griego un pretor
interpretó y explicó sus palabras al público. Plinio escribe que Tiridates
presentó a Nerón a sus acompañantes magi cuando acabó la ceremonia, mientras
que Tácito destaca el enorme interés por todos los aspectos de la cultura
romana que mostró el líder armenio.
Las celebraciones públicas
continuaron después de la ceremonia de coronación. El interior del Teatro de
Pompeyo estaba especialmente decorado para la ocasión, por lo que los
ciudadanos romanos llamaron a este día «el día dorado».
Las festividades
diurnas no fueron menos fastuosas que las nocturnas: Toldos pintados con la
púrpura real se colocaron como protección ante el calor del sol. Nerón, vestido
de verde y con un tocado de conductor de carros tomó parte en una carrera. En
los banquetes nocturnos Nerón cantaba y tocaba la lira con un acompañamiento de
cítara.
Tiridates se mostró sorprendido e incómodo ante las excentricidades del
emperador, mientras que sólo tenía elogios para Corbulón, al que expresó su
sorpresa por servir a un amo como ese. No ocultó su punto de vista en presencia
de Nerón y observó sarcásticamente:
"Señor, tienes un
maravilloso servidor en la persona de Corbulón"
Para conmemorar estos
acontecimientos el Senado concedió al emperador la corona lauréola y el título
de imperator. Nunca en la historia romana se realizó una recepción diplomática
que pudiera compararse a éste en tamaño o esplendor. Al tremendo desembolso
realizado en las celebraciones hubo que añadir el hecho de que la
administración imperial corriera con los gastos del viaje de Tiridates y su
séquito, tanto el de ida como el de vuelta. Nerón llevaría a cabo otro
imprudente dispendio al dar a Tiridates un presente de cincuenta millones de
sestercios.
En su retorno a Armenia,
Tiridates presenció una exhibición de pankration. Al ver que uno de los
participantes continuaba recibiendo golpes después de haber caído al suelo
exclamó:
Esta es una lucha injusta. No
es justo que un hombre que ha caído sea golpeado.
Espoleado por el aparente éxito
diplomático, Nerón intentó en varias ocasiones convocar a Roma al rey parto
Vologases, que, cuando no podía continuar desatendiendo las peticiones del
emperador romano sin desairarle, envió un despacho diciendo:
Es mucho más sencillo para ti
que para mi atravesar tan importante cuerpo de agua. Por lo tanto, si viniera a
Asia podríamos reunirnos.
Existen teorías que establecen
que la visita de Tiridates, un acontecimiento que impresionó enormemente a sus
contemporáneos, sería empleada por los cristianos como base de la adoración de
los Reyes Magos. La leyenda cristiana cambió Roma por Belén y sustituyó a
Tiridates por Gondofares, un rey que ya estaba vinculado al cristianismo por su
supuesta relación con Tomás el Apóstol.
Con la conclusión de la disputa
por el control de Armenia comenzó un periodo de paz en todo el Imperio romano,
por lo que Nerón ordenó cerrar las puertas del Templo de Jano. Cuando Tiridates
entró en su país ordenó de inmediato a los más célebres artesanos armenios que
reconstruyeran Artaxata, que pasaría a llamarse Neronia en honor al emperador;
también embelleció la residencia real de Garni, con la construcción de
opulentos monumentos y la adición de un nuevo templo. Por otro lado, el crecimiento
del comercio entre ambos continentes permitió que Armenia consolidara su
independencia de Roma. Ahora el Imperio contaba con un leal aliado en ese
país, incluso después de la muerte de Nerón y el ascenso al poder de Vespasiano.
Políticamente, la paz obtenida en ese territorio constituyó una relevante
victoria política de Nerón.
El beneficio inmediato de la
estabilización de Armenia sería la posibilidad de que Roma centrara su atención
en los problemas de Judea, donde el descontento ciudadano desembocó en el
estallido de la primera guerra judeo-romana (66-73) tan sólo un año después de
la coronación de Tiridates. Durante la contienda el Imperio envió numerosos
soldados a Judea desde Siria, lo que en situación de guerra habría sido
imposible, puesto que hubiera comprometido la seguridad de la zona. La
popularidad de Nerón se acrecentó enormemente en las provincias orientales, así
como entre los armenios y los partos. La paz entre Partia y el Imperio romano
duraría cincuenta años, hasta que el emperador Trajano invadiera Armenia (114).
En 72 los alanos, una belicosa
tribu sármata, realizaron una incursión en Media Atropatene y en varios
distritos del norte de Armenia. Tiridates y su hermano Pacoro, rey de Media
Atropatene, combatieron al invasor en numerosas batallas; en una de ellas un
soldado alano le atrapó con una cuerda, pero el monarca armenio reaccionó
rápidamente y pudo cortarla antes de resultar capturado. Tras saquear Armenia y
Media Atropatene los alanos decidieron retirarse con un enorme botín. El rey
de Iberia pidió protección contra los alanos a Vespasiano, que contribuyó a la
reconstrucción de Harmozica, una ciudadela localizada cerca de la capital
iberia Miskheta, en las inmediaciones de la moderna Tbilisi. Una inscripción
aramea encontrada cerca de Tbilisi indica que Tiridates combatió a Iberia
durante sus últimos años de vida. Desconocemos el año exacto de la conclusión
de su reinado, y diversas fuentes mencionan a Sanatruces como su sucesor.45 Lo
que sí sabemos a ciencia cierta es que el sobrino de Tiridates, Axidares, hijo
de Pacoro II, alcanzaría el trono armenio en 110.
No hay comentarios:
Publicar un comentario