Los
dioses pueden hacerlo todo, hasta lo que parece más formidable, y Timolao estableció
la norma de no dudar pedirles cualquier cosa, asumiendo que no se negarían.
Bien, pido ser rey, pero no un rey como Alejandro, el hijo de Felipe, o como Ptolomeo
o Mitrídates o cualquiera de los que han heredado el trono de su padre. No, quiero
empezar siendo un bandolero con unos 30 compañeros que hayan jurado fidelidad,
hombres en los que se pueda confiar plenamente y con mucho temple. Que vayan aumentando
hasta ser 300, 1000, y al cabo de poco tiempo 10 000, hasta que al final sean alrededor
de 50 000 soldados de infantería pesada con unos 5000 caballos. Todos ellos me
elegirán como jefe, porque pensarán que soy el líder y administrador más
competente. Este hecho me sabe a gloria, ser más grande que el resto de los reyes,
ya que habré sido elegido caudillo por el ejército en función de mis méritos, y
no habré heredado mi cargo después de que otro haya hecho el trabajo; eso sería
como el tesoro de Adimanto y no tan gratificante como cuando ves que has
logrado el poder con tu propio esfuerzo.
(
Luciano en "El barco" )
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