Lucio Cornelio Cinna (en latín,
Lucius Cornelius Cinna; Roma, c. 130 a. C. - Ancona, 84 a. C.) fue un
destacado político romano del siglo I a. C. Aunque de familia patricia,
perteneció a la facción de los populares, siendo aliado de Cayo Mario y enemigo
de Lucio Cornelio Sila. Pretor en la guerra social, tras la marcha de Sila
sobre Roma dio un cruento golpe de Estado junto con Mario, y tras la muerte de
éste se convirtió en líder de los populares. Desempeñó el consulado cuatro
veces consecutivas, desde 87 a 84 a. C., en lo que las fuentes clásicas
consideraron una tiranía. Murió como consecuencia de un motín militar cuando
preparaba una expedición para acabar con Sila.
Hijo de Lucio Cornelio Cinna
(cónsul 127 a. C.), su carrera política nos es conocida sólo a partir de su
pretura (en el año 90 a. C.). Durante la guerra social fue legado (en 89 a. C.
y 88 a. C.) luchando junto a Quinto Cecilio Metelo Pío contra los marsos. Cinna
se distinguió en sus intentos de despojar a Sila del mando de la expedición a
Grecia contra Mitrídates VI del Ponto. Tras marchar sobre Roma y acabar con la
oposición popular, Sila abandonó la Urbe para ir a luchar en la primera guerra
mitridática, no sin antes recibir de Cinna la promesa de mantener sus reformas.
De tal modo, en el año 87 a. C. fue nombrado cónsul en compañía de su enemigo
el optimate Cneo Octavio, magistratura que ejercería casi ininterrumpidamente
hasta su muerte en el año 84 a. C..
Sin embargo, el primer acto de Cinna como cónsul fue destituir a Sila, y tan
pronto como él hubo salido de Italia (87 a. C.), comenzó su tarea de doblegar
al Senado, mediante la acción de resucitar la propuesta de suffragium para
incorporar nuevos ciudadanos itálicos resultantes de la guerra social a las 35
tribus, la restauración de los poderes de la Asamblea de la Plebe y la
concesión de la amnistía a sus amigos populares exiliados, en especial a Cayo
Mario.
Se desencadenó un tumulto violento en el Foro, y su colega consular Octavio,
con ayuda de la mayoría conservadora del Senado, expulsó a Cinna de Roma junto
a seis tribunos de la plebe, desposeyéndolos de su magistratura y privándolos
de sus derechos ciudadanos.
Cinna fue ilegalmente destituido del cargo y esto le dio argumentos para
iniciar la lucha armada. De esta forma huyó a Nola donde llamó a Mario para que
retornara de África y reclutó con sobornos a soldados romanos e italianos en el
sur de Italia, la mayoría de los cuales pertenecían a Apio Claudio. Pronto se
le unieron Sertorio y otros, que ayudaron al reclutamiento de los italianos que
aspiraban a la ciudadanía romana y también prometieron la libertad a los
esclavos que se alistaran en su bando.
Apoyados por las ciudades italianas, el mismo año 87 a. C. Mario desde el Norte
y el mismo Cinna desde el Sur marcharon sobre Roma al frente de dos ejércitos.
La defensa de ciudad, dirigida por el cónsul Octavio y Pompeyo Estrabón, se vio
obstaculizada por la ambigua actitud política de Estrabón y una epidemia que
azotó la ciudad durante un par de meses. Todo ello facilitó la caída de la
ciudad después de que Mario interceptara el suministro de trigo y saqueara
Ostia, el puerto de Roma, matando a buena parte de sus habitantes, y cortando a
sus enemigos la posibilidad de proveerse por mar. Cinna y Mario entraron en
Roma con cuatro ejércitos, dos de los cuales comandaban Quinto Sertorio y Cneo
Papirio Carbón y se declararon cónsules a sí mismos.
Su primera acción fue la persecución y el asesinato sistemático de los
seguidores de Sila, ensañándose con sus familiares directos y sus amigos y
robándoles sus propiedades, en un verdadero baño de sangre. Octavio fue el
primero de una larga serie de asesinados y masacrados, entre los que destacaron
Quinto Lutacio Catulo, Publio Licinio Craso (padre de Marco Licinio) y uno de
sus hijos; Marco Antonio el Orador, abuelo del Triunviro, el flamen dialis
(principal sacerdote de Júpiter) Lucio Cornelio Mérula, Lucio Julio César, su
hermano Cayo Julio César Estrabón Vopiscus, Publio Cornelio Léntulo, Cayo
Atilio Serrano, Marco Bebio, Cayo Nemetorio, Marco Cecilio Cornudo y Quinto
Ancario. El joven Craso huyó a Hispania, y Quinto Cecilio Metelo Pío, el fiel
legado de Sila, a África. Italia quedó así en manos de Cinna y Mario. Sila fue
declarado hostis rei publicae (enemigo del Estado), sus pertenencias
confiscadas y su casa demolida. Cinna nombró al joven Julio César nuevo flamen
dialis por orden de Mario, quien, saciada su sed de venganza, murió a los pocos
días de iniciar su séptimo consulado (13 de enero de 86 a. C.), quedando Roma
bajo el dominio de Cinna, ahora con Lucio Valerio Flaco como colega consular.
Se inició así lo que las
fuentes denominaron Cinnae dominatio o Cinnanum Tempus, un período de tres años
(87-84 a. C.) en el que Cinna dirigió el Estado en calidad de cónsul,
magistratura que no lo abandonó hasta su muerte en la primavera de 84 a.c..
Compartió el consulado con Lucio Valerio Flaco, consul suffectus, de quien se
deshizo nombrándolo para el comando contra Mitrídates, con la esperanza de
proporcionarle a Sila un nuevo enemigo. Pero Flaco fue asesinado en Asia por su
legado Cayo Flavio Fimbria. Fimbria, una criatura de Cinna, asumió el mando y
logró algunos éxitos, pero se condujo con gran crueldad y se ganó el odio de la
población local. Cuando Sila salió a su encuentro, sus soldados lo abandonaron
y se suicidó.
En el año 85 a. C., Cinna entró en su tercer consulado con Cneo Papirio Carbón
como colega. Papirio Carbón, un hombre capaz, había sido de gran utilidad para
el partido anteriormente. Sila amenazaba con volver y vengarse de sus enemigos,
y al año siguiente (84 a. C.), cuando Cinna y Carbón volvieron a ser cónsules,
cumplió su amenaza.
Como Mario a finales del siglo II a. C., Cinna ocupó el consulado
consecutivamente con objeto de llevar a cabo una serie de reformas que
consideraba indispensables para la supervivencia del Estado. En este sentido,
su gobierno fue una autocracia revolucionaria (Salustio le llamó tyrannus) que
al decir de los autores antiguos interrumpió la continuidad legítima en el
ejercicio del poder. Según el optimate Cicerón, durante el período, la
República "careció de leyes y de dignidad".
Sin embargo, su gobierno también tuvo algunos rasgos positivos. Una vez instalado
a la cabeza del Estado, hizo intentos de reconciliar a las partes enfrentadas. Cinna
hizo gala de una política moderada tratando incluso de atraerse al Senado o al
menos de no enemistarse con él. No rompió con el mos maiorum ni se condujo como
un popularis radical. No promulgó leyes agrarias, ni cambios en los mecanismos
de las asambleas, ni nuevas leges frumentariae, ni prácticamente nada de lo que
se suele considerar popularis. Ni siquiera se planteó devolver los tribunales a
los equites, aunque con su dominio de los mecanismos del Estado, y del propio
Senado, purgado de optimates, tampoco le hacía falta.
Concedió la plena ciudadanía a los itálicos emancipados, y los distribuyó entre
las 35 tribus. Se nombró a dos censores, Lucio Marcio Filipo (el mismo que se
había opuesto a la propuesta de Marco Livio Druso de conceder la ciudadanía a
los itálicos) y Marco Perpena, que se encargaron de distribuir a los nuevos
ciudadanos en el censo, que albergaba ahora a 436.000 ciudadanos romanos.
También conocemos alguna de las medidas de Cinna en materia económica,
tendientes en general a satisfacer las corruptelas de senadores y caballeros:
en el año 86 a. C. Valerio Flaco, su colega consular, logró convencer a Cinna
para aprobar una ley que revitalizara el movimiento de numerario y el tráfico
comercial a través de la condonación de las 3/4 partes de las deudas. Por otro
lado, para evitar la falsificación y asegurar la estabilidad de la moneda se
establecieron medidas de control, al tiempo que se fijó la tasa de cambio entre
el as y el denario.
Esta aparente tranquilidad del gobierno presidido por Cinna se vio en peligro
por dos hechos: en el exterior, la falta de un acuerdo con Sila que obligaba a
preparar la defensa de Italia ante su inminente retorno de Oriente; en el orden
interno, la elección (para 85 y 84 a. C.) de Cneo Papirio Carbón como cónsul,
quien imprimiría un mayor radicalismo al gobierno. Las provincias de Hispania
Citerior, Hispania Ulterior, Galia Transalpina, Galia Cisalpina, Sicilia y
Sardinia-Corsica, eran favorables a Cinna. África, que primero se decantó por
los optimates, acabó pasando también al bando de Cinna. Sila y los optimates
dominaban Macedonia, mientras el resto de Asia estaba en poder, directamente o
indirectamente, de Mitridates VI Eupator.
Cinna y Carbón se prepararon para atacar a Sila en Grecia antes de que éste
invadiera Italia, realizando un reclutamiento forzoso que precipitó el reparto
igualitario de los ciudadanos en las tribus; el ejército, concentrado en
Ancona, recibió la orden de trasladarse a la costa liburnina, lo que desató un
motín militar. Cinna, que se encontraba en Brindisi para embarcar sus tropas
rumbo a Tesalia y enfrentarse a Sila, se trasladó para intentar reprimirlo, siendo
muerto por los soldados. De tal modo, Papirio Carbón se convirtió en el líder
de los populares y el único cónsul. Con la muerte de Cinna se inició el final
del régimen popular, y salieron a la luz pública los errores, la corrupción y
la incompetencia de los Cinnani, que empezaron a perder apoyos en favor de
Sila.
La hija de Cinna, Cornelia Cinnila
fue la primera esposa de Julio César, con el que se casó en 83 a. C. El hijo de
Cinna, también llamado Lucio Cornelio Cinna, fallecido en 44 a. C., fue un
pretor que se alineó con los asesinos de César y expresó públicamente su
aprobación por el asesinato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario