En la mitología griega, Marsias (en griego antiguo Μαρσύας) es un sátiro que desafió a
Apolo en un concurso musical. Se creía que había nacido en Celenas
(Frigia), en la fuente principal del río Meandro. Marsias era un experto
tocando el aulós, una especie de flauta doble. Había hallado el instrumento en
el suelo, donde lo había dejado su inventora: Atenea, después de ver sus
mejillas infladas reflejadas en él mientras tocaba.
Apolo y Marsias se enfrentaron en un concurso musical
en el que el ganador podría tratar al perdedor como quisiera. Los jueces fueron
las Musas, por lo que naturalmente Marsias perdió y fue desollado vivo en una
cueva cerca de Celenas por su hibris al desafiar a un dios. Apolo clavó
entonces la piel de Marsias en un árbol (un pino que sobresalía de los demás en
la versión del Pseudo-Apolodoro1), cerca del lago Aulocrene, y su sangre formó
el río Marsias (afluente del Meandro, que desemboca en éste cerca de Celenas).
Hay varias versiones del concurso. Según algunas
Marsias tocó mejor que Apolo, pero éste puso la lira boca abajo y tocó la misma
melodía. Marsias no pudo hacer lo mismo con su flauta, por lo que perdió. Según
otra versión Marsias fue derrotado cuando Apolo acompañó con su voz el sonido
de la lira. Marsias protestó, argumentando que el concurso consistía en la
habilidad tocando un instrumento y no con la voz, pero Apolo replicó que
Marsias soplaba en su flauta, lo que era casi lo mismo. Las Musas estuvieron de
acuerdo con Apolo, otorgándole la victoria.
Babis, hijo de Meandro y hermano de Marsias, tocaba
también la flauta, pero, por su falta de habilidad, no fue castigado por Apolo
como lo fuera su hermano.
En la versión del mito que recoge Higino, Apolo no
mata personalmente a su rival, sino que lo ata a un árbol y encarga el suplicio
a un escita, quien, al terminar de despellejarlo miembro por miembro, entrega
sus restos a un discípulo de Marsias llamado Olimpo. En las genealogías de los
tres míticos músicos frigios (a los que se atribuye la invención del "modo
frigio"), ese Olimpo aparece a veces como hijo y a veces como padre de
Marsias (en tal caso, ese Olimpo es hijo de Heracles y Eubea, hija de Tespio);
mientras que Marsias también aparece como hijo de Eagro o de Hyagins (a quien
se atribuyen himnos en honor de Cibeles).
Mientras que la mayor parte de las fuentes insisten
en la interpretación del mito como un merecido castigo por el orgullo (hybris);
alguna, como un breve texto de Diodoro Sículo, admira a Marsias por su
inteligencia (synesis o sunesis)6 y autocontrol (sophrosyne), que no son
precisamente cualidades propias de los sátiros. En El banquete de Platón,
cuando Alcibíades compara a Sócrates con Marsias, es ese aspecto
del sátiro sabio, y no únicamente la fealdad, lo que pretende señalar. Jocelyn
Small identifica en Marsias al gran artista capaz de desafiar a un dios, que
sólo puede derrotarle con trampas. Esta es la visión de Marsias que se presenta
en la revista titulada Marsyas: Studies in the History of Art, publicada desde
1941 por los estudiantes del Institute of Art de la New York University.
También se suele utilizar el mito como una
justificación de los valores "apolíneos" frente a los
"dionisíacos".
Para Karl Kerenyi el despellejamiento de Marsias debe
interpretarse no como un castigo cruel, sino como el desvelamiento del hombre
que hay debajo de la piel lanuda de la cabra con la que se identifica a los
sátiros, asumiendo que ese aspecto es un enmascaramiento.
La iconografía que permite reconocer a Marsias en las
representaciones artísticas, más que los atributos propios de un sátiro son la
presencia de un instrumento musical de viento, no necesariamente el aulós, sino
cualquier otro tipo de flauta, como la siringa, o incluso una gaita. Apolo
aparece con su lira o a veces con un arpa, una viola o algún otro instrumento
de cuerda. La competición entre Apolo y Marsias se considera un símbolo del
eterno conflicto entre los aspectos apolíneos y dionisíacos de la naturaleza
humana.
De un gran grupo escultórico helenístico (escuela de
Pérgamo, segunda mitad del siglo III a. C.) cuyo tema era Apolo y Marsias sólo
ha sobrevivido una figura, en la Galería Uffizi, llamada Arrotino
("afilador"); conservándose en el Museo del Louvre una copia en
mármol de época romana de la figura principal. Otras se conservan en los Museos
Capitolinos (procedente del Esquilino, cerca del Auditorium Maecenatis de los
Horti Maecenatis, en el que las vetas de color en el mármol parecen representar
la sangre), en el Museo Arqueológico de Estambul, en el Antikensammlung de
Berlín, en la Gliptoteca de Múnich y en el Hermitage de San Petersburgo.
En el Foro romano se levantaba una estatua de Marsias
(con una bota de vino en la mano izquierda y alzando el brazo derecho), que en
Pausanias es identificado como Sileno, y cuyo impacto a la vista Horacio
comparaba con que el que producía a sus deudores el usurero Novio, cuya tabla
se encontraba en las proximidades. La función de esta estatua en Roma, donde
Marsias pasaba por ser el inventor del augurio, tenía más que ver con su
faceta de defensor de la libertad de expresión (parrhesia) y de la verdad ante
el poder, a lo que contribuyó su continuada presencia por más de tres siglos
ante el Comitium, viéndose como un indicium libertatis ("símbolo de
libertad"). Se asociaba con las manifestaciones de la plebe romana, y era
usado como soporte para sátiras (como posteriormente se hizo con la estatua de
Pasquino).
Desde el Renacimiento es muy abundante la
representación pictórica de este tema (ya con las convenciones de la pintura
mitológica), especialmente de la dramática escena del desollamiento o tormento
de Marsias, cuya dimensión violenta y la oportunidad de representar una
anatomía en tensión lo hacían atractivo para los pintores. Estas
representaciones modernas tienen como modelos no sólo a los ejemplos de
desnudos masculinos de la Antigüedad (como el Laocoonte y sus hijos, también en
actitud atormentada), sino a la propia tradición del arte cristiano
(especialmente la del Crucificado y la de algunos mártires). Entre los muchos
ejemplos destaca el cuadro de José de Ribera, comparable al tratamiento que el
mismo pintor hace del suplicio de los mártires cristianos (Martirio de San
Bartolomé, Martirio de San Felipe). Velázquez trató el tema en uno de los tres
cuadros de tema mitológico que sólo se conocen por referencias documentales.
También se ha representado el episodio de la
competición musical, como en el cuadro Perugino o en el de Cima da Conegliano
(La sentencia de Midas, donde se opta por una versión del mito en la que es
Midas, y no las musas, quien actúa de juez).
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