Los hombres ambiciosos no
escuchan la voz de la razón ni se inclinan ante el publico o la autoridad
legitima, recurriendo a la corrupción y a la intriga para obtener el poder
supremo y hacerse los amos por la fuerza, antes que la igualdad bajo la ley.
Tales hombres se convierten inevitablemente en esclavos de la plebe y como
esclavos de un populacho ignorante y caprichoso, al final dejan de ser hombres
poderosos.
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