Pigmalión era un escultor que no había hallado
mujer alguna digna de su amor. Afrodita se apiadó de él y decidió enseñarle las
maravillas del amor. Un día, Pigmalión fue inspirado por un sueño de Afrodita
para fabricar una mujer de marfil semejante a ella, a la que llamó Galatea.
Pigmalión se enamoró de la estatua y decidió que no podría vivir sin ella. Rezó
a Afrodita, quien llevó a cabo la última parte de su plan infundiendo vida a la
exquisita escultura. Pigmalión amó a Galatea y pronto estuvieron casados.
Otra versión de este mito cuenta que las mujeres
de la ciudad en la que Pigmalión vivía se enfadaron de que no se hubiera
casado, y pidieron a Afrodita que lo obligase. Afrodita aceptó y fue esa misma
noche a ver a Pigmalión, pidiéndole que eligiese una mujer con la que casarse y
advirtiéndole de que si no, lo haría ella en su lugar. No queriendo casarse, Pigmalión
le suplicó más tiempo, pidiéndole que le permitiese hacer una escultura de
Afrodita antes de que tuviese que elegir novia. Halagada, aceptó.
Pigmalión empleó mucho tiempo haciendo pequeñas
esculturas de arcilla de la diosa, afirmando que era necesario para poder
elegir la pose adecuada. Cuando comenzó a hacer la escultura real, quedó
sorprendido al descubrir que quería terminarla, incluso sabiendo que tendría
que casarse con alguien al hacerlo. La razón de esto era que se había enamorado
de la escultura. Cuanto más trabajaba en ella, más la cambiaba, hasta que no se
pareció a Afrodita en nada.
En el mismo momento en que Pigmalión se separó de
la escultura terminada, Afrodita apareció y le dijo que eligiera a su novia.
Pigmalión eligió la estatua, a lo que Afrodita respondió que no podía ser,
pidiéndole que eligiese otra. Pigmalión abrazó la estatua, y pidió a Afrodita
que lo transformase en estatua para así poder estar con ella. Afrodita se
apiadó de él y en vez de esto infundió vida a la estatua.
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