domingo, 7 de junio de 2015

LA ENFERMEDAD DE OCTAVIANO, HEREDERO DE CÉSAR


Consciente de que Agripa tenía razón, Octaviano* comió, apartando de su mente ese extraordinario destino para concentrarse en una preocupación más inmediata y acuciante: su asma. Una vez más César había acudido en su rescate proporcionándole a Hapd'efan'e, el médico egipcio que lo había sido de Cleopatra y posteriormente de su tío abuelo Cayo Julio César, que le había explicado su enfermedad en términos simples pero poco optimistas, cosa que ningún médico había hecho antes. Para sobrevivir, debía seguir a rajatabla los consejos de Hapd'efan'e, desde evitar alimentos como la miel y las fresas hasta aprender a canalizar sus emociones de manera positiva. El polvo, el polen, el heno y el pelo de animal serían siempre un riesgo, y lo único que podía hacer al respecto era evitar la proximidad de esas cosas, lo cual no siempre era posible. Tampoco sería nunca buen marino a causa de la humedad del aire marino y del mareo. Lo que debía controlar era el miedo, tarea difícil para alguien cuya madre se lo había inculcado tan firmemente. El heredero de César no debía conocer el miedo, del mismo modo que César no lo había conocido. ¿Cómo voy a asumir el nombre y la gran dignitas de César si aparezco en público resollando como un fuelle y con la cara amoratada? Superaré esta limitación porque debo hacerlo. Ejercicio, había recomendado Hapd'efan'e, buena comida. Y un estado de ánimo tranquilo. ¿Cómo puede tener un estado de ánimo tranquilo quien lleva el nombre de César?


( C. McC. )





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