Consciente
de que Agripa tenía razón, Octaviano* comió,
apartando de su mente ese extraordinario destino para concentrarse en una
preocupación más inmediata y acuciante: su asma. Una vez más César había
acudido en su rescate proporcionándole a Hapd'efan'e, el médico egipcio que lo
había sido de Cleopatra y posteriormente de su tío abuelo Cayo Julio César, que
le había explicado
su enfermedad en términos simples pero poco optimistas, cosa que ningún médico
había hecho antes. Para sobrevivir, debía seguir a rajatabla los consejos de
Hapd'efan'e, desde evitar alimentos como la miel y las fresas hasta aprender a
canalizar sus emociones de manera positiva. El polvo, el polen, el heno y el
pelo de animal serían siempre un riesgo, y lo único que podía hacer al respecto
era evitar la proximidad de esas cosas, lo cual no siempre era posible. Tampoco
sería nunca buen marino a causa de la humedad del aire marino y del mareo. Lo
que debía controlar era el miedo, tarea difícil para alguien cuya madre se lo
había inculcado tan firmemente. El heredero de César
no debía conocer el miedo, del mismo modo que César no lo había conocido. ¿Cómo
voy a asumir el nombre y la gran dignitas de
César si aparezco en público resollando como un fuelle y con la cara amoratada?
Superaré esta limitación porque debo hacerlo. Ejercicio, había recomendado Hapd'efan'e,
buena comida. Y un estado de ánimo tranquilo. ¿Cómo puede tener un estado de ánimo
tranquilo quien lleva el nombre de César?
Pasión por los romanos. Un blog de divulgación creado por Xavier Valderas que es un largo paseo por el vasto Imperio Romano y la Antigüedad, en especial el mundo greco-romano.
domingo, 7 de junio de 2015
LA ENFERMEDAD DE OCTAVIANO, HEREDERO DE CÉSAR
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