Lucio Calpurnio Pisón Cesonino (en latín, Lucius
Calpurnius L. f. L. n. Piso Caesoninus) fue un político y militar romano del
siglo I a. C., cónsul en 58 a. C. Fue suegro de Julio César. Cicerón lo
describe de manera muy negativa en varios de sus escritos, pero como Pisón fue
un enemigo político y personal del orador, no resulta tan atendible.
Nieto de Lucio Calpurnio Pisón Cesoniano, cónsul en
el año 112 a. C., y biznieto de Lucio Calpurnio Pisón Cesoníno, cónsul de 148
a. C.
Fue mencionado por primera vez en 59 a. C., cuando
fue llevado a juicio por el tribuno Publio Clodio por saquear una provincia que
había administrado como propretor y fue absuelto con bastante dificultad. Al
mismo año su hija Calpurnia se casó con Julio César y por la influencia de
éste, Pisón consiguió el consulado para el año 58 a. C. junto con Aulo Gabinio,
el candidato de Cneo Pompeyo.
Al comienzo del Primer Triunvirato, César había
intentado atraerse a Cicerón, llegando incluso a ofrecerle el puesto de legado,
pero al verse rechazado, decidió deshacerse de él por medio del tribuno Publio
Clodio Pulcro, que era su enemigo mortal. En efecto, Clodio presentó en 58 a.
C. la Lex de capite civis, dirigida contra todo magistrado que hubiera hecho
ejecutar sin juicio a ciudadanos romanos. Esta ley afectaba a Cicerón, por la
muerte de Catilina, y que tuvo que exiliarse y ver sus bienes confiscados.
Los dos cónsules de 58 a. C., Pisón y Aulo Gabinio,
prestaron su apoyo a Clodio y se vieron recompensados al dejar el cargo, con
los gobiernos de las provincias de Macedonia y Siria, respectivamente. Con este
fin el tribuno presentó un proyecto de ley ante el pueblo en este sentido,
aunque el Senado era el órgano constitucional para disponer de las provincias.
Cicerón acusó a Pisón de transferir a su propia casa el botín de las viviendas
expropiadas de Cicerón. La conducta de Pisón en apoyo de Clodio produjo un
resentimiento extremo en la mente de Cicerón, como se demostró en muchas
ocasiones posteriores.
Pisón gobernó Macedonia desde 57 a. C. hasta 56 a. C.
donde cometió todo tipo de exacciones. En 56 a. C. el Senado romano decidió
nombrar un sucesor y Pisón tuvo que renunciar y ceder el gobierno a Quinto
Ancario en el año 55 a. C.. Cicerón (que había vuelto en 57 a. C.) aprovechó
esta circunstancia para lanzar un virulento ataque contra él. El discurso que
pronunció en esta ocasión ha llegado hasta nosotros (De Provinciis
Consularibus), donde derrama un torrente de invectivas contra Pisón, acusándolo
de todos los crímenes posibles en el gobierno de su provincia.
Pisón, a su regreso, en 55 a. C., se quejó ante el
Senado de los ataques de Cicerón, y justificó la administración de su
provincia, ante lo cual Cicerón reiteró sus acusaciones en un discurso (In
Pisonem), en que retrata a su enemigo con las más selectas palabras de
virulencia que la lengua latina podía proporcionar. Cicerón, sin embargo, no se
atrevió a llevar a juicio al suegro de César.
En 50 a. C. Pisón fue censor junto con Apio Claudio
Pulcro, y llevó a cabo esta magistratura, a petición de César.
Cuando estalló la segunda guerra civil, Pisón, que
aún ocupaba el cargo de censor, se ofreció como mediador, pero el partido
aristocrático no lo quiso escuchar. Pisón acompañó a Pompeyo en su huida de la
ciudad, y aunque no fue con él hacia Grecia, todavía se mantuvo apartado de
César. Cicerón en consecuencia lo elogió, y escribió a su amigo Ático,
"Adoro a Pisón" Pisón posteriormente regresó a Roma, y aunque no tomó
parte en la guerra civil, fue tratado con respeto por César.
Después de la muerte de César, en 44 a. C., insistió
en que se llevaran a cabo sus disposiciones de manera estricta. Por un tiempo
se opuso a Marco Antonio, pero luego fue uno de sus partidarios más
entusiastas, y cuando éste fue a la Galia Cisalpina, hacia finales de año, para
proseguir la guerra contra Décimo Bruto, Pisón permaneció en Roma, para
defender su causa y promover sus puntos de vista.
A principios del año siguiente, 43 a. C., fue uno de
los embajadores enviados a Antonio en Módena. Después de este hecho su nombre
no vuelve a aparecer en los anales.
Se le atribuye la máxima : «Fiat justitia, ruat
coellum» (Hágase la justicia, aunque se hunda el cielo)
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