domingo, 20 de enero de 2019

CARTA DE LA FARAONA CLEOPTATRA SÉPTIMA AL CÓNSUL CÉSAR OCTAVIO



César, mi enhorabuena por tu elección como cónsul superior de Roma. Resulta maravilloso pensar que la sangre de César perdura en una persona tan incomparable como tú. Te recuerdo bien de cuando venías con tus padres a mis recepciones. Espero que tu madre y tu padrastro estén bien. ¡Qué orgullosos deben de sentirse!.

¿Qué noticias puedo darte que te sirvan de ayuda?. En Egipto atravesamos una época de hambruna, pero lo mismo ocurre, por lo visto, en el resto del mundo. Sin embargo acabo de recibir la buena nueva de que puedo comprar cebada al rey de Partia. Hay también una terrible epidemia en el Alto Egipto, pero Isis ha librado de ella al Bajo Egipto del Delta y Alejandría, ciudad desde la que te escribo en un hermoso día de sol y aire templado. Ruego porque el aire otoñal de Roma sea igualmente saludable.

Sabrás ya que Cayo Casio ha abandonado Siria en dirección a Anatolia, probablemente, pensamos, para unirse con su cómplice, Marco Bruto. Si en algo podemos contribuir a que se haga justicia con los asesinos, cuenta con ello.

Quizá cuando termine tu consulado elijas Siria como provincia para gobernar. Sería para mí un placer tener a tan encantador vecino. Egipto está cerca, y bien merece una visita. Sin duda César te habló de sus viajes por el Nilo, de los monumentos y prodigios únicos de Egipto. Querido César, considera la posibilidad de visitar Egipto en un futuro próximo. Todo lo que aquí hay está a tu disposición. Placeres inimaginables. Repito: todo lo que aquí hay está a tu disposición.

 





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RESPUESTA DEL JOVEN CÓNSUL OCTAVIANO DOS MESES DESPUÉS

 

Gracias por tus buenos deseos, reina de Egipto. Tal vez te complazca saber que el número de asesinos vivos disminuye. No descansaré hasta que acabe con el último.

Preveo ocuparme de Bruto y Casio en el próximo año.

Mi padrastro, Filipo, agoniza lentamente. No esperamos que viva más allá de este mes. Se le han podrido los dedos de los pies y el veneno ha llegado a su sangre. Lucio Piso también agoniza, a causa de una inflamación de los pulmones.

Te escribo desde Bononia en la Galia Cisalpina, donde el aire otoñal es frío y cae aguanieve. Estoy aquí para reunirme con Marco Antonio. Dado que no me gusta viajar, nunca visitaré Egipto por placer. Tu ofrecimiento es muy amable, pero debo declinarlo.

La perla es preciosa, la he engastado en oro y la colgaré del cuello de la Venus Genetrix en su templo del Foro de César.


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