César, mi enhorabuena por tu
elección como cónsul superior de Roma. Resulta maravilloso pensar que la sangre
de César perdura en una persona tan incomparable como tú. Te recuerdo bien de
cuando venías con tus padres a mis recepciones. Espero que tu madre y tu
padrastro estén bien. ¡Qué orgullosos deben de sentirse!.
¿Qué noticias puedo darte que
te sirvan de ayuda?. En Egipto atravesamos una época de hambruna, pero lo mismo
ocurre, por lo visto, en el resto del mundo. Sin embargo acabo de recibir la
buena nueva de que puedo comprar cebada al rey de Partia. Hay también una
terrible epidemia en el Alto Egipto, pero Isis ha librado de ella al Bajo
Egipto del Delta y Alejandría, ciudad desde la que te escribo en un hermoso día
de sol y aire templado. Ruego porque el aire otoñal de Roma sea igualmente
saludable.
Sabrás ya que Cayo Casio ha
abandonado Siria en dirección a Anatolia, probablemente, pensamos, para unirse
con su cómplice, Marco Bruto. Si en algo podemos contribuir a que se haga
justicia con los asesinos, cuenta con ello.
Quizá cuando termine tu
consulado elijas Siria como provincia para gobernar. Sería para mí un placer
tener a tan encantador vecino. Egipto está cerca, y bien merece una visita. Sin
duda César te habló de sus viajes por el Nilo, de los monumentos y prodigios
únicos de Egipto. Querido César, considera la posibilidad de visitar Egipto en
un futuro próximo. Todo lo que aquí hay está a tu disposición. Placeres
inimaginables. Repito: todo lo que aquí hay está a tu disposición.
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RESPUESTA DEL JOVEN CÓNSUL
OCTAVIANO DOS MESES DESPUÉS
Gracias por tus buenos deseos,
reina de Egipto. Tal vez te complazca saber que el número de asesinos vivos
disminuye. No descansaré hasta que acabe con el último.
Preveo ocuparme de Bruto y
Casio en el próximo año.
Mi padrastro, Filipo, agoniza
lentamente. No esperamos que viva más allá de este mes. Se le han podrido los
dedos de los pies y el veneno ha llegado a su sangre. Lucio Piso también
agoniza, a causa de una inflamación de los pulmones.
Te escribo desde Bononia en la
Galia Cisalpina, donde el aire otoñal es frío y cae aguanieve. Estoy aquí para
reunirme con Marco Antonio. Dado que no me gusta viajar, nunca visitaré Egipto
por placer. Tu ofrecimiento es muy amable, pero debo declinarlo.
La perla es preciosa, la he
engastado en oro y la colgaré del cuello de la Venus Genetrix en su templo del
Foro de César.
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