Quinto Servilio Cepio ha
muerto. Ayer le conduje con su ejército a una emboscada en la carretera entre
Carseoli y Sublaqueum, haciéndole salir de Varia con la artimaña de que había
desertado de los marsos, robando el tesoro de mi pueblo. Llevé un asno cargado
con lingotes de plomo con un baño de oro. ¡Ya conocéis la debilidad de los
Servilios Cepionis!. Les pones oro delante de las narices y se olvidan de todo
lo demás.
Todos los soldados romanos de
Cepio han muerto. A Cepio le capturamos vivo y lo maté yo. Le corté la cabeza y
la llevé clavada en una lanza al frente de mis tropas. En memoria de Druso. En
memoria de Druso, Mamerco Emilio. Y por los hijos de Cepio, que ahora heredarán
el oro de Tolosa, con la parte del león para el cuquillo de pelo rojo del nido
de Cepio. Cierta justicia. Si Cepio hubiera vivido y sus hijos hubieran
alcanzado la mayoría, él habría encontrado el modo de desheredarlos. Ahora lo
heredarán todo. Me ha complacido hacer esto por Druso, porque sé que a él le
habría agradado profundamente. Por Druso. Que su memoria perdure en el espíritu
de todos los hombres buenos, romanos e itálicos.
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