viernes, 11 de enero de 2019

DIGNITAS ROMANA



La dignistas era la participación personal de un hombre en cuanto a la posición pública que ocupaba en Roma y que implicaba su valía ética y moral, su reputación, su derecho a respetar a sus iguales y a recibir un trato correcto por parte de éstos y de los libros de historia. Se trataba de una acumulación del peso personal como producto de las cualidades y obras propias y únicas. No tenía nada de ver con lo material, fuera dinero o tierras, ni con la magnitud de su auctoritas o su reputación política. Lo más importante era la esencia de Roma en su conjunto.

 

La dignitas era el don más intangible de cualquier noble. La en cambio la auctoritas representaba el ascendiente, la magnitud de su influencia pública, su capacidad para influir en la opinión pública y en las entidades públicas desde los sacerdotes a los encargados del Tesoro. La dignitas era distinto. Era una cualidad profundamente personal y exclusiva, aunque se proyectaba sobre todos los aspectos de la vida pública del individuo. La dignitas resumía lo que un hombre era, como persona y como miembro destacado de la sociedad. Era el conjunto de su orgullo, su integridad, su fidelidad, su inteligencia, sus hazañas, su habilidad, su saber, su posición, su valía como hombre... La dignitas perduraba tras la muerte, era el único medio con que contaba el individuo para triunfar de la muerte. La dignitas era el triunfo del hombre sobre la extinción de su ser físico. Por eso era el valor más alto al que cualquier romano podía aspirar, y es lo que defendían de sí mismos personajes tan célebres como Lucio Cornelio Sila o Cayo Julio César.



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