Algunos no toleráis
más de 6 meses de Dictadura, pero yo os
digo que en seis meses no habré podido hacer nada. Créeme, padres conscriptos,
no quiero el maldito cargo ni un solo día, y menos para toda la vida. Cuando
considere que he culminado la tarea, lo dejaré. Pero en seis meses es imposible
hacerla.
¿Por qué, os preguntáis, cuando los anteriores
dictadores de Roma acostumbraban a devolver todos los poderes pasados los seis
meses?. Por un sencillo motivo: la situación financiera de Roma es un caos.
Para restablecerla debidamente se necesitará un año, quizá dos. Hay veintisiete
legiones por licenciar, buscarles parcelas y pagarlas. Hay que hacer que los
que apoyaron los regímenes ilegales de Mario, Cinna y Carbón no escapen al
castigo. Las leyes de Roma están anticuadas, sobre todo en relación con los
tribunales y los gobernadores de provincias. Sus servidores civiles están
desorganizados e incurren en letargo y codicia. Se han robado tantos tesoros,
dinero y lingotes de los templos, que nuestro Erario cuenta aún con doscientos
ochenta talentos de oro y ciento veinte de plata, a pesar de los despilfarros
de este año. El templo de Júpiter Optimus Maximus es una pavesa. ¿Continúo,
senadores?.
No puedo tener poderes de dictador por seis meses y
luego volver a solicitar el cargo otros seis meses más. Debo ser dictador para
todo el tiempo que necesite. Si fuera para tan sólo seis meses, me encontraría
con que tres de cada seis meses me los tendría que pasar contentando a las
centurias. ¡ Rogando, dando explicaciones, excusándome, pintándolo todo de
rosa, acariciando la bolsa de todos los caballeros comerciantes y convirtiéndome
en la puta más vieja y detestable del mundo!. Pues no, senadores, ¡lo haré a mi
manera o no lo haré!. ¿Me oís, miserable conjunto de tontos y cobardes
hipócritas que se quedan en casa?. ¡Queréis que Roma se recupere, pero
reclamáis el derecho inmerecido de hacer de la vida del que va a acometer la
tarea lo más angustioso, penoso y servil posible!. Bien, padres conscriptos,
decidíos ahora mismo, porque Lucio Cornelio Sila ha vuelto a Roma y si se lo
propusiera podría sacudirla en sus cimientos hasta convertirla en ruinas.
¡Tengo en el campo del Lacio un ejército que hubiera podido hacer entrar en la
ciudad para echarlo sobre vuestros despreciables pellejos como lobos sobre
corderos!. No lo he hecho. He actuado conforme a vuestros intereses desde que
llegué al Senado, y sigo haciéndolo. Pacíficamente; por las buenas. Pero estáis
poniendo a prueba mi paciencia, os lo advierto con toda amabilidad. Seré
dictador cuanto tiempo sea necesario. ¿Está claro? ¿Lo está, señores
senadores?
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