El primero que introdujo en
Roma gran cantidad de libros fue Emilio Paulo, después de la derrota de Perseo,
rey de los Macedonios; después de él, Lúculo, como parte del botín del Ponto.
Más tarde César confió a Marco Varrón el encargo de organizar una gran
biblioteca. Sin embargo, Polión fue el primero que abrió en Roma una biblioteca
pública, integrada por obras tanto griegas como latinas; las imágenes de muchos
escritores aparecían expuestas en su atrio, que había adornado con la mayor
magnificencia con obras procedentes de compras de botines».
(Isidoro de Sevilla,
Etimologías, VI, 5.)
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