Todo se ha perdido al sur de
Roma. Esperemos que Carbón en Ariminum libre la clase de guerra que Sila sea
incapaz de contrarrestar, aunque sólo sea por el hecho de que cuenta con
menores fuerzas. Las tropas de Carbón son mucho mejores que las mías, que
carecían de un buen entrenamiento y de experiencia, lo que fue causa de que no
pudieran resistir ni una hora al empuje de los veteranos de Sila.
Sugiero que te prepares para el
asedio de Roma, aunque creo que será imposible en una ciudad tan grande y tan
dividida en tendencias. Si crees que Roma se negará a resistir un asedio,
prepárate a la llegada de Sila en el próximo intervalo de mercado, pues no hay
tropas que puedan interceptar su avance. No sé si pretenderá ocupar la ciudad;
espero que se proponga pasar de largo para atacar a Carbón. Por lo que he oído
contar a mi padre de Sila, es muy probable que intente aplastar a Carbón con
una maniobra en tenaza, una de cuyas mandíbulas sería Metelo Pío. Ojalá lo
supiera, pero lo ignoro. Lo único que sé es que en este momento es prematuro
para Sila ocupar la ciudad y no creo que cometa tal error.
Tardaré un tiempo en poder
salir de Praeneste, en donde me han recibido de buen grado; sus gentes sienten
gran afecto por Cayo Mario y no han negado el socorro a su hijo. Ten la
seguridad de que en cuanto Sila se disponga a atacar a Carbón, romperemos el
cerco para ir en auxilio de Roma. Quizá si yo me persono en Roma, la gente
acepte resistir el asedio.
Aparte de eso, creo que ha
llegado el momento de destruir los últimos nidos de víboras partidarios de Sila
en nuestra amada ciudad. ¡Mátalos, Damasipo! No impidas que el sentimiento
mitigue tu decisión. Si siguen viviendo quienes puedan decidir apoyar a Sila,
será imposible resistirle; pero si los cabecillas de los que intenten causarnos
dificultades mueren, los demás se someterán sin reservas. Todos los que puedan
prestar ayuda militar a Carbón deben salir de Roma ahora mismo. Tú incluido,
Damasipo.
Te adjunto unos cuantos nombres
de víboras partidarios de Sila que me vienen a la memoria. Sé que faltan
decenas de ellos, ¡haz tú mismo la lista completa!. El pontífice máximo, el
viejo Lucio Domicio Ahenobarbo, Carbo Arvina y Publio Antistii Veto.
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