Me veo obligado a llamar
vuestra atención sobre una cuestión desagradable. Marco Antonio ha atentado
contra mi vida. Mis espías lo vieron intentando entrar en la Domus Publica a
una hora en la que se sabe que duermo y que no hay nadie en el interior. No vestía
indumentaria normal, sólo una túnica y llevaba un cuchillo. Tampoco era normal
el camino de entrada: la tapia de mi peristilo privado.
No te asustes, Antonio,
menciono este asunto sin intención de tomar medidas contra ti. Simplemente os
llamo la atención al respecto y me tomo la libertad de informar a todos de que
no vivo tan desprotegido como puede parecer. Así pues, aquellos de vosotros que
no aprobáis mi dictadura, mis métodos, mejor será que lo penséis dos veces
antes de decidir que queréis librar a Roma del tirano César. Os digo con
franqueza que mi vida ha sido ya suficientemente larga, tanto en años como en
fama. Sin embargo, aún no estoy tan cansado de ella como para no impedir que se
le dé fin mediante un asesinato. Eliminadme, y os aseguro que Roma padecerá
males peores que el dictador César. La actual situación de Roma es casi la
misma que cuando Lucio Cornelio Sila asumió la dictadura; necesita una mano
fuerte, y en mí tiene esa mano. Una vez que haya elaborado y aplicado mis leyes
y me haya cerciorado de que Roma sobrevivirá para llegar a ser aún más grande,
renunciaré a la dictadura. No obstante, no lo haré hasta que mi labor esté
concluida, y puede llevarme muchos años. Así que quedáis advertidos, y no
pidáis más que «devuelva la república» a su anterior esplendor. ¿Qué
esplendor?. Repito: ¿Qué esplendor?. Un grupúsculo de hombres rebeldes,
obstinados y presuntuosos que defendían celosamente sus privilegios. El
privilegio de ir a gobernar una provincia y saquearla. El privilegio de ofrecer
a sus socios la oportunidad de ir a una provincia y saquearla. El privilegio de
tener una ley para unos y otra ley para otros. El privilegio de destinar
incompetentes a los cargos públicos por el mero hecho de que tienen un gran
apellido. El privilegio de votar para impedir la aprobación de leyes que son
absolutamente necesarias. El privilegio de mantener el mos maiorum en una forma
apta sólo para una pequeña ciudad-estado, pero no para un imperio mundial.
Si creéis que toda la riqueza y
los privilegios de Roma deben pertenecer a las Dieciocho de las que provenís,
senadores, os pondré en vuestros sitios. Me propongo reestructurar nuestra
sociedad para distribuir la riqueza de manera más equitativa. Promulgaré leyes
para fomentar el desarrollo de las clases tercera y cuarta, y mejoraré la
situación del censo por cabezas alentándolos a emigrar a lugares donde pueden
ascender a clases superiores. Después, introduciré una investigación de los
recursos de quienes se benefician de la distribución del grano gratuito, para
que los hombres que pueden permitirse pagar por el grano dejen de obtenerlo sin
coste alguno. En la actualidad trescientas mil personas reciben el subsidio de
grano gratuito. Reduciré esa cifra a la mitad de la noche a la mañana. También
prohibiré que un hombre libere a sus esclavos a fin de beneficiarse del
subsidio de grano. ¿Cómo voy a hacerlo?. Creando un nuevo tipo de censo en
noviembre. Mis agentes del censo irán de puerta en puerta por toda Roma, Italia
y las provincias. Recogerán abundante información sobre la vivienda, los
alquileres, la higiene, los ingresos, la población, los niveles de
alfabetización, la delincuencia, los incendios, y el número de hijos, ancianos
y esclavos de cada familia. Mis agentes preguntarán también a los miembros del
censo por cabezas si desean emigrar al extranjero para establecerse en las
colonias que yo fundaré. Dado que Roma cuenta ahora con un gran excedente de
barcos de transporte de tropas, los utilizaré.
Impondré una investigación de
los recursos, y aunque todo ciudadano de Roma hasta ahora estaba autorizado al
subsidio de grano gratuito, fuera rico o pobre, de ahora en adelante los que se
lo puedan pagar, no lo percibirán en beneficio de aquellos que lo necesitan y
no pueden pagarlo. Esta ley entrará en vigor dentro de poco, y no
admitiré que se me contradiga. Y os aconsejo que no os opongáis a esa
medida; eso perjudicará la carrera de aquellos senadores que se opongan. Pensad
que la medida es justa. ¿Por qué habría de pagar Roma a hombres como vosotros,
que pueden comprar el grano, cuando el resto de la plebe pasa penurias?.
Aparecerán innumerables leyes
agrarias, pero no hay necesidad de violencia, así que no os pongáis furiosos.
Todas las tierras que se adquieran en Italia y en la Galia Cisalpina para el
retiro de los legionarios se pagarán por adelantado y según su valor real, pero
la mayor parte de la legislación agraria afectará a tierras extranjeras en las
Hispanias, las Galias, Grecia, Epiro, Ilirico, Macedonia, Bitinia, Ponto,
África Nova, los territorios de Publio Sitio obtenidos de la Numidia del
derrotado rey Juba, y las Mauritanas. Al tiempo que algunos de los miembros del
censo por cabezas y algunos de nuestros legionarios vayan a establecerse a
estas colonias, concederé la plena ciudadanía a los habitantes de las
provincias que la merezcan: médicos, maestros, artesanos y comerciantes. Si
residen en Roma, pasarán a formar parte de las cuatro tribus urbanas, pero si
residen en Italia, se integrarán en la tribu rural de su distrito.
También tengo previsto hacer
algo con los tribunales. El tribunus aerarius desaparecerá de la lista
del jurado. El Senado aumentará su número hasta los mil miembros. Éstos, junto
con los caballeros de las Dieciocho, proporcionarán jurados más que suficientes
para los tribunales. El número de pretores pasará a ser de catorce por año, a
fin de acelerar las vistas en los tribunales más ocupados. Cuando mi
legislación esté aplicada, apenas será necesario el Tribunal de Extorsión,
porque los gobernadores y grandes comerciantes de las provincias estarán
demasiado controlados para poder ejercer la extorsión. Las elecciones se
regularán mejor, así que el Tribunal de Sobornos también se anulará. En tanto
que los delitos ordinarios como el asesinato, el robo, la violencia, la
malversación de fondos y la bancarrota requieren más juzgados y más tiempo.
También tengo intención de aumentar las penas por asesinato, pero no de un modo
que altere el mos maiorum. No se introducirán la pena de muerte ni la pena de
prisión por un delito, pues son conceptos ajenos al pensamiento y a la cultura
romanos. En cambio, aumentaré el tiempo de exilio e impediré que un hombre
condenado al exilio se lleve consigo su dinero.
Hace poco que el consular piso
me preguntó si mi objetivo es la república ideal de Platón. En absoluto, mi
objetivo es una república romana justa y práctica. Consideremos la violencia,
por ejemplo. Quienes desean organizar bandas callejeras encontrarán mayores
dificultades, porque voy a abolir todos los círculos y hermandades excepto
aquellos de intención inocua como las sinagogas judías y los gremios
profesionales... y los círculos funerarios, naturalmente. Determinados colegios
y otros lugares donde se reúnen regularmente los alborotadores desaparecerán.
Cuando los hombres tengan que comprar su propio vino, beberán menos.
Recuerdo que el consular Lucio
Filipo me preguntó sobre cierto rumor de que planeo dividir los latifundios.
No, los latifundios no se dividirán a menos que el Estado los haya comprado
para repartir las tierras entre los soldados. Ahora bien, en el futuro no se
permitirá a ningún latifundista explotar sus tierras sólo con esclavos. Un
tercio de sus trabajadores deberán ser hombres libres de la región. Esto
favorecerá a los pobres sin empleo de las zonas rurales y también a los
mercaderes locales.
Todo el mundo debería pagar un
sueldo a sus esclavos, aunque muchos de vosotros pensáis que para qué pagar un
sueldo a los trabajadores, si podéis comprar esclavos baratos y no pagarles.
Primero tenéis que comprar los esclavos, aunque estén muy baratos, y luego
tienes que construir una ergastula para albergarlos, comprar comida para
alimentarlos y utilizar el doble de trabajadores para supervisar a esos hombres
que por si situación suelen ser remisos. Creedme, en el fondo sale más rentable
contratar hombres libres, que emplear esclavos. Si os diera bien la aritmética
o tuvierais agentes capaces de sumar dos y dos, no tardaríais en caer en la
cuenta de que sale más barato dar empleo a hombres libres. Te ahorras el
desembolso inicial de comprar los esclavos, y no necesitas proporcionarles
albergue ni alimentarlos. Los trabajadores libres vuelven cada noche a su
propia casa y comen el fruto de sus propios huertos porque tienen esposa e
hijos que los cultivan.
Por otra parte, voy a hacer
unas cuantas leyes suntuarias. Los lujos tendrán una severa carga impositiva, y
serán vigentes hasta que el más modesto de los romanos alcance un razonable
nivel de riqueza. Y si bien no prohibiré la construcción de tumbas caras, el
hombre que edifique una tendrá que pagar al erario de Roma la misma cantidad de
dinero que pague al constructor de la sepultura, por citar un ejemplo. A su
debido momento daré a conocer las nuevas leyes suntuarias.
Me propongo también ajustar el
calendario a las estaciones, y que por tanto el presente año tendrá 455 días:
mercedonius habrá terminado, pero un periodo de 67 días llamado intercalaris se
añadirá también tras el último día de diciembre. El día de Año Nuevo, cuando
por fin llegue, caerá exactamente donde le corresponde: transcurrido un tercio del invierno.
Y no es necesario que nos
pongamos a debatir todo esto. En mi calidad de Dictador de Roma, me quedan
todavía muchos asuntos que reclaman mi atención. Puede levantarse la sesión, y
cordiales saludos a todos. Gracias.
pero julio cesar impuso el calendario egipcio de 365 días, el que tenemos hoy, con muy pocos cambios, por eso se llamaba calendario juliano, después gregoriano pues el papa gregorio le realizo unos cambios.
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