Quiero volver a plantear la
votación sobre la cuestión de si las leyes de Marco Livio Druso deben
permanecer en las tablillas. Comprendo cuánto debe cansaros a muchos de
vosotros esta oposición a las leyes de Marco Livio y me consta que la gran
mayoría estáis convencidos de que son unas leyes totalmente lícitas. Bien, no
voy a rebatir que se observaran los presagios religiosos, que los procedimientos
de votación no se hicieran legalmente y que no se hubiera obtenido el
consentimiento del Senado antes de proceder a la convocatoria de la Asamblea.
¡Sin embargo, hay un
impedimento religioso!. Un impedimento
religioso de tal magnitud y presagio que nuestra conciencia nos impide
ignorarlo. Por qué los dioses se complacen en cosas así, no sabría decirlo. Yo
no soy un entendido. Pero no deja de ser que aunque los augurios y presagios
fueron interpretados favorablemente antes de cada reunión de la Asamblea
plebeya convocada por Marco Livio, en toda Italia hubo signos que indicaban un
notable grado de ira divina. Yo soy augur, padres conscriptos, y para mi es
evidente que ha habido sacrilegio.
Voy a leeros el rollo que me ha entregado mi secretario tras hacer
las correspondientes investigaciones, y voy a leeros lo más relevante:
(...) El día decimocuarto antes
de las calendas de enero, el día en que Marco Livio promulgó en el Senado la
ley regulando los tribunales y la que ampliaba el Senado, los esclavos públicos
se dirigieron al templo de Saturno a adecentarlo para la festividad del día
siguiente, puesto que el día siguiente, si recordáis, era la jornada inaugural
de la Saturnal, y se encontraron las cinchas de lana que fajan la estatua de
madera de Saturno empapadas de aceite, un charco de aceite en el suelo y el
interior de la estatua seco. Se acababa de derramar hacía poco, según todos los
indicios, y todos coincidieron en que Saturno mostraba su desagrado por algo.
(...) El día en que Marco Livio Druso aprobó en la Asamblea
plebeya sus leyes sobre los tribunales y la ampliación del Senado, el
esclavo-sacerdote de Nemi fue asesinado por Otro esclavo, quien, según la costumbre
por la que se rigen, se convirtió en el nuevo esclavo-sacerdote. Pero el nivel
del agua en el estanque sagrado de Nemi bajó de pronto un palmo, y el nuevo esclavo-sacerdote
murió sin lucha, lo cual es un terrible presagio.
(...) El día en que Marco Livio Druso promulgó en el Senado su ley
disponiendo del ager publicus, hubo una lluvia de sangre en el ager Campanus y
una espantosa plaga de ranas en el ager publicus de Etruria.
(...) El día en que la lex
Livia agraria se aprobó en la Asamblea plebeya, los sacerdotes de Lanuvium
descubrieron que los ratones habían roído los escudos sagrados, portento de lo
más aciago, e inmediatamente lo expusieron a nuestro colegio de pontífices en
Roma.
(...) El día en que el equipo de cinco funcionarios del tribuno de
la plebe Saufeio quedó convocado para iniciar la parcelación del ager publicus
de Italia y Sicilia, en el templo de la Pietas del Campo de Marte, junto al
circo Flaminio, cayó un rayo que causó graves daños.
(...) El día en que la lex
frumentaria de Marco Livio Druso fue aprobada en la Asamblea plebeya, se
comprobó que la estatua de Diva Angerona había sudado profusamente. La venda
que le tapaba la boca había resbalado hasta el cuello y hubo quienes juraron
que le habían oído musitar el nombre secreto de Roma, complacida de poder
hablar por fin.
(...) En las calendas de septiembre, el día en que Marco Livio
Druso presentó en esta Cámara su propuesta de ley para conceder a los itálicos
nuestra preciada ciudadanía, un horrible terremoto destruyó la ciudad de Mutina
en la Galia itálica. Este portento, el adivino Publio Cornelio Culeolo lo
interpreta como que toda la Galia itálica está irritada por no concedérsele
también la ciudadanía. Señal, padres conscriptos, de que si otorgamos la
ciudadanía a la Italia peninsular , todos los demás territorios de Roma la
reclamarán.
(...) El día en que el eminente
consular Lucio Licinio Craso Orator me zahirió públicamente en esta Cámara, por
la noche murió misteriosamente en su lecho y por la mañana estaba frío como el
hielo.
Hay muchos portentos, padres
conscriptos. He citado sólo los sucedidos en los mismísimos días en que se
promulgaron o ratificaron las leyes de Marco Livio Druso, pero os daré una
lista suplementaria:
(...) Un rayo causó daños en la
estatua de Júpiter Latiaris en el monte Albano, temible presagio. El último día
de los ludi romani cayó lluvia de sangre en el templo de Quirino, y sólo allí,
¿no es un signo inequívoco de ira divina? Se movieron las lanzas sagradas de
Marte, un temblor de tierra agrietó el templo de Marte en Capua, la fuente
sagrada de Hércules en Ancona se secó por primera vez en la historia y ya no
mana; en una calle de Puteoli surgió una enorme zanja de fuego y todas las
puertas de las murallas de la ciudad de Pompeya se cerraron misteriosamente de
golpe.
Y hay más, padres conscriptos, ¡mucho más!. Expondré la lista
completa en los rostra para que todo el mundo en Roma vea con qué insistencia
los dioses condenan esas leyes de Marco Livio Druso. ¡Las condenan!. ¡Mirad los
dioses más afectados!. Pietas, que gobierna la lealtad y los deberes de la
familia; Quirino, el rey de la asamblea de hombres romanos; Júpiter Latiaris,
el Júpiter latino; Hércules, el protector de la potencia militar romana y patrón
de los generales romanos; Marte, el dios de la guerra; Vulcano, dueño de los
lagos de fuego en el subsuelo de Italia; Diva Angerona, que sabe el nombre
secreto de Roma, el cual, si se pronuncia, provoca la ruina de Roma; Saturno,
que mantiene la riqueza de Roma y rige nuestro ser en el tiempo.
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