lunes, 29 de octubre de 2018

CLAUDIO HABLA DE SUS ENFERMEDADES


 
Yo fui un chico muy enfermo -un campo de batalla de enfermedades, decían los médicos-, y quizá sobreviví porque las enfermedades no pudieron ponerse de acuerdo acerca de cuál de ellas tendría el honor de rematarme. Para empezar, nací prematuramente, a los siete meses de gestación, y luego la leche de mi nodriza no me sentó bien, de modo que me estalló un terrible salpullido en toda la piel, y después tuve malaria, y sarampión, que me dejó levemente sordo de un oído, y erisipela, y colitis, y finalmente parálisis infantil, que me acortó de tal modo la pierna izquierda, que me vi condenado a una permanente cojera. 
Debido a una u otra de todas estas enfermedades, he sido toda mi vida tan débil de los muslos, que nunca me ha resultado posible caminar o correr una larga distancia. He tenido que hacer la mayor parte de mis viajes en una silla de mano. Después está ese atroz dolor que me atenaza a veces la boca del estómago, después de comer. Es tan intenso, que en dos o tres ocasiones, si no hubieran intervenido algunos amigos, me habría hundido un cuchillo de trinchar (del que me apoderaba, enloquecido) en el lugar del tormento. He oído decir que este dolor, al que llaman "pasión cardiaca", es peor que cualquier otro que conozca el hombre, salvo la estangurria. Bueno, supongo que debo estar agradecido por no haber tenido nunca la estangurria.








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