Creo que en este momento debería describir su aspecto
personal. Era de elevada estatura, cabellos negros, piel blanca, corpulento;
tenía un par de magníficos hombros, y manos tan fuertes, que podía partir con
ellas una nuez o perforar una dura manzana verde con el pulgar o el índice. Si
no hubiese sido tan lento en sus movimientos, habría podido ser campeón de
pugilismo. En una ocasión mató a un camarada en un encuentro amistoso -a puño
limpio, no con los habituales guantes de metal-, con un golpe en la sien que le
fracturó el cráneo. Caminaba con el cuello levemente inclinado hacia adelante y
la mirada clavada en el suelo. Su rostro habría sido hermoso si no hubiese
estado desfigurado por tantos granos y si no hubiera estado perpetuamente
ceñudo. Sus estatuas lo representan como un hombre de suma belleza porque
omiten esos defectos. Hablaba poco, y eso con lentitud, de modo que en una
conversación con él siempre surgía la tentación de terminar sus frases y
contestarlas, todo en uno. Pero cuando quería era un impresionante orador
público. Se volvió calvo muy joven. Sólo le quedó un poco de cabello en la
nuca, que se dejó largo, según la moda de la antigua nobleza. Jamás estuvo
enfermo.
Tiberio, a pesar de lo impopular que era en la
sociedad romana, fue sin embargo un general de mucho éxito. Revivió varias
antiguas severidades disciplinarias, pero como no escatimaba sus propios
esfuerzos durante las campañas, como pocas veces dormía en una tienda, y no
comía ni bebía nada mejor que sus soldados, y siempre conducía el ataque en el
combate, preferían servir a sus órdenes y no a las de algún general bonachón y
de fácil trato en cuya jefatura no tuviesen la misma confianza. Tiberio nunca
ofreció a sus hombres una sonrisa ni una palabra de elogio, y a menudo los
hacía marchar y trabajar en exceso. "Que me odien -dijo una vez-, siempre
que me obedezcan."
Mantenía a los coroneles y oficiales del regimiento
en un orden tan estricto como a los soldados, de modo que no había quejas en
cuanto a parcialidades. El servicio bajo Tiberio era provechoso. Por lo general
se las arreglaba para capturar y saquear los campamentos y ciudades del
enemigo. Libró con éxito guerras en Armenia, Partia, Alemania, España, Dalmacia,
los Alpes y Francia.
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