En la
mitología griega, Dédalo (en griego Δαίδαλος Daídalos), hijo de Eupálamo y Alcipe, era un
arquitecto y artesano muy hábil, famoso por haber construido el laberinto de
Creta. Dédalo tuvo dos hijos: Ícaro y Yápige.
Dédalo
estaba tan orgulloso de sus logros que no podía soportar la idea de tener un
rival. Su hermana había dejado a su hijo Pérdix (a veces llamado Talo o Calo) a
su cargo para que aprendiese las artes mecánicas. El muchacho era un alumno
capaz y dio sorprendentes muestras de ingenio. Caminando por la playa encontró
una espina de pescado. Imitándola, tomó un pedazo de hierro y lo cortó en el
borde, inventando así la sierra. Unió dos trozos de hierro por un extremo con
un remache y afiló los extremos opuestos, haciendo así un compás.
Dédalo tenía
tanta envidia de los logros de su sobrino que cuando un día estaban juntos en
lo alto del templo de Atenea en la Acrópolis de Atenas, aprovechó la
oportunidad y lo empujó. Pero la diosa, que favorece al ingenio, le vio caer y
cambió su destino transformándole en un pájaro bautizado con su nombre, la
perdiz. Este pájaro no hace su nido en los árboles ni vuela alto, sino que
anida en los setos y evita los lugares elevados, consciente de su caída. Por
este crimen Dédalo fue juzgado y desterrado.
Tras
el incidente con Pérdix, Dédalo fue expulsado de Atenas. Se dirigió entonces a
Creta, el reino de Minos donde se puso al servicio del monarca. Uno de sus
cometidos fue la creación de Talos, un gigante animado de bronce que defendía
la isla de las invasiones.
Según
Homero, Dédalo también construyó una amplia pista de baile para Ariadna, hija
del rey. Poseidón se había irritado con Minos por no cumplir la promesa de
sacrificarle el mejor de sus toros y en consecuencia provocó que Pasífae la
esposa del soberano se apasionara por el animal. La reina pidió a Dédalo que la
ayudase a satisfacer sus deseos y el artesano construyó una vaca hueca de
madera donde se ubicó Pasífae en posición supina. El Toro cubrió a la reina,
quien nueve meses después dio a luz al Minotauro, un varón mitad humano, mitad
toro, a quien se llamó; Asterión. Por orden de Minos, Dédalo construyó el
laberinto para encerrar al monstruo. El laberinto era un edificio con
incontables pasillos y calles sinuosas abriéndose unos a otras, que parecía no
tener principio ni final. Minos, para que nadie pudiese conocer el secreto de
la salida, encerró a Dédalo con su hijo Ícaro — quien tenía por madre a
Náucrate, una esclava de Minos— en el mismo edificio o en una torre cercana.
Dédalo
deseaba escapar de su prisión, pero no podía abandonar la isla por mar, ya que
el rey mantenía una estrecha vigilancia sobre todos los navíos del mar Egeo y
no permitía que ninguno navegase sin ser cuidadosamente registrado. Dado que
Minos controlaba la tierra y el mar, Dédalo decidió huir por aire. Así, puso
manos a la obra para fabricar alas para él y su hijo. Recolectó plumas de
diferentes tamaños, ató las más grandes con hilo y las más pequeñas con cera, y
le dio al conjunto la suave curvatura de las alas de un pájaro.
Cuando
al fin terminó el trabajo, Dédalo batió sus alas y se halló subiendo y
suspendido en el aire. Equipó entonces a su hijo de la misma manera y le enseñó
cómo volar. Cuando ambos estuvieron preparados; Dédalo advirtió a Ícaro que no
volase demasiado alto para que el calor del sol no derritiese la cera, ni
demasiado bajo para evitar que la espuma del mar mojara las alas impidiéndole
volar.
Después
de este consejo, ambos batieron sus alas y huyeron volando del laberinto.
En su
vuelo pasaron sobre Delos, Samos y Lebintos. En ese momento, Ícaro comenzó a
ascender cada vez más hasta que el ardiente sol ablandó la cera que mantenía
unidas las plumas y estas se despegaron. Ícaro agitó sus brazos, pero no
quedaban suficientes plumas para sostenerlo en el aire y cayó al mar. Su padre
lloró y, lamentando amargamente sus artes, llamó Icaria a la isla cercana en
memoria de su hijo. Se cuenta que, mientras Dédalo enterraba a su hijo, escuchó
el canto alegre de la perdiz en la que Atenea había transformado a su sobrino.
Finalmente,
Dédalo llegó sano y salvo a Sicilia y se puso bajo la protección del rey
Cócalo, de Cámico donde construyó un templo dedicado a Apolo en el cual colgó
sus alas como ofrenda.
Mientras
tanto, Minos buscaba a Dédalo de isla en isla; para dar con el hábil artífice,
proponía a sus anfitriones el siguiente desafío: había que enhebrar un hilo a
través de las circunvoluciones de una caracola espiral. Al arribar a Cámicos,
Minos invitó a Cócalo a resolver el acertijo. Éste, como el rey de Creta
esperaba, solicitó la ayuda de Dédalo, quien ató el hilo a una hormiga la cual
recorrió todo el interior de la concha, previamente untada con miel,
enhebrándola completamente. Minos supo entonces que sólo Dédalo era capaz de
idear esa solución y exigió que le fuese entregado. Cócalo prometió hacerlo
pero antes convenció a su huésped para que tomara un baño caliente. Por consejo
del rey, o del propio Dédalo, las hijas del soberano siciliano quemaron a Minos
con agua hirviendo. Los cretenses de la flota, sin su rey, decidieron no
retornar a Creta y se establecieron en Yapigia.
Dédalo
dio su nombre epónimamente a cualquier artesano griego y a muchos artilugios
griegos que representaban hábiles técnicas. En Platea (Beocia) había un festival,
las Dédalas menores, en la que se derribaba un roble del que se tallaba una
imagen que se vestía con ropas nupciales y que se llevaba en una carreta tirada
por bueyes con una mujer que hacía de novia hasta el río Asopo.
La figura se
llamaba dédala y el arcaico ritual se explicaba con un mito: Hera, enfadada,
había abandonado a Zeus y éste, para lograr que volviese, anunció que iba a
casarse y vistió un muñeco para imitar una novia. Hera se unió a la procesión
de la boda, rasgó el velo de la falsa novia y, al descubrir el ardid, se
reconcilió con su marido. Las imágenes se guardaban tras cada fiesta, y cada
sesenta años un gran número de ellas se llevaban en procesión a lo alto del
monte Citerón, donde se construía un altar de madera y se quemaban junto con
animales y el propio altar.
En
alusión a esta figura mitológica en 1970 se le llamó «Daedalus» a un cráter
lunar situado en el centro de la cara oculta de la Luna.
El
símbolo de Dédalo es la letra griega Delta Δ. Su forma es un triángulo y es la
cuarta letra del alfabeto griego. En la serie de números griegos
es el número 4.
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