Mi
queridísimo hijo, olvídame. No puedo hacer nada para ayudar a la República. Mi
tiempo ha pasado, Y, sinceramente, tampoco puedo afrontar la idea de verme en
la tienda de mando con Catón y Labieno echándome el aliento en la nuca. He
terminado mi carrera. Lo que tú hagas es cosa tuya. Pero ten cuidado con Catón
y con Labieno. El uno es un ideólogo rígido, el otro, un salvaje.
Cornelia,
Sexto y yo nos vamos muy, muy lejos. No te diré adónde por si interceptan esta
carta. Los dos Léntulos, que me han acompañado hasta ahora, se separarán de mí
antes de que yo revele cuál es el lugar de mi destino. Espero eludirlos aquí,
en Ataleya.
Cuídate,
hijo mío. Te quiero.
Tu
padre, CNEO POMPEYO MAGNO.
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