LOS CUATRO EMPERADORES
( EN LA FOTO DE ARRIBA : DE IZQUIERDA A DERECHA: GALBA, OTÓN, VITELIO Y VESPASIANO)
TETRARQUÍA O ANARQUÍA
Después de que las legiones aclamaron al emperador Galba, los romanos se dieron cuenta -dice Tácito- de que "se podía hacer un emperador fuera de Roma". En el año 69 d. de C. se hicieron cuatro, y este espantoso interregno recuerda los períodos más tristes del final de la República.
Exterminado Galba por los pretorianos, le correspondió a Otón, antiguo marido de Popea, vestir la púrpura imperial, mientras que las tropas del Rin aclamaban a Vitelio y las de Oriente a Vespasiano.
Este, de familia modesta, se hallaba ocupado en la represión de la terrible sublevación de Judea. De carácter independiente y muy vinculados a su religión, los judíos soportaban mal del despotismo de los procuradores romanos y, en el año 66, el país se sublevó.
En el año 69, Vespasiano puso sitio a Jerusalén y dejó a su hijo Tito la misión de llevar a término el asedio.
Las tropas del Danubio se pronunciaron a su favor, y después de un combate en las calles de Roma, durante el cual fue incendiado el templo de Júpiter Capitolino, destronaron a Vitelio, arrastrándolo desnudo, descuartizándolo y arrojándolo al Tíber. El Senado romano se aprestó a reconocer a Vespasiano.
Ante la sorpresa general, este burgués provinciano que había conquistado su posición al precio de muchos esfuerzos, leal y concienzudo, poseía las cualidades tradicionales de su clase: Sentido de la economía, amor al trabajo y honestidad.
La corta dinastía que tiene en él su origen (contará con tres emperadores) es conocida en la historia con el nombre de Flavia. Su primera preocupación fue la de sanear las finanzas públicas, llevar el orden al ejército y dar entrada en el Senado a mil familias provincianas que proporcionarían notables cuadros dirigentes.
Tito puso fin en el año 70 al sitio de Jerusalén y llevó a Roma los despojos del Templo. Medio millón de hebreos murieron en la guerra y 100.000 fueron reducidos a la esclavitud.
Los supervivientes que abandonaron Palestina fueron a engrosar las comunidades de la diáspora (dispersión), y el judaísmo solamente sobrevivió en estos pocos grupos reunidos alrededor de las sinagogas.
Un arco de triunfo entre el Foro y el Coliseo celebró la victoria de Tito. Vespasino murió después de diez años de un reinado beneficioso para su pueblo (año 79). En su lecho de muerte, se burló de los honores divinos que se le esteban preparando, diciendo: "Siento que me transformo en un dios".
Tito reinó solamente dos años. Después de las crueldades perpetradas en Palestina, se esperaba de él lo peor. Pero, por el contrario, se mostró muy generoso y proclamó que prefería morir a matar: En efecto, durante su breve reinado no hubo ni una sola ejecución capital. Tito quedó en la memoria de sus súbditos como "la delicia del género humano".
Sin embargo, su imperio fue testigo de una gran catástrofe, la desaparición de dos espléndidas ciudades de Italia, Herculano y Pompeya, engullidas por la erupción del Vesubio el 24 de agosto del 79.
El escritor Plinio el Viejo, que a la sazón mandaba la flota occidental, encontró la muerte mientras rescataba a los supervivientes.
En los años siguientes, la peste diezmó a Roma, llevándose también a la tumba a Tito (año 81), llorando por la ciudad entera, excepto por su hermano, que había de sucederlo.
Domiciano emprendió nuevas conquistas en Britania y en Germania y combatió a los dacios en el Danubio. Promovió grandes construcciones en Roma. Orgulloso y despótico, tuvo que reprimir en el año 88 una revuelta de los legionarios en Germania.
Desde entonces, ejecutó a todos los nobles sospechosos de deslealtad, diezmó el Senado, persiguió a los intelectuales, se proclamó señor y dios, y exterminó sin distinción a hebreos y cristianos.
Su violencia no conoció límites, y hasta sus más allegados se inquietaron; su propia mujer se confabuló con el prefecto pretoriano para que fuera asesinado (año 96), poniendo así fin a la dinastía de los Flavios.
EMPERADORES ROMANOS:
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