Marco Cornelio Frontón (en latín,
Marcus Cornelius Fronto; c. 95-c. 167) fue un senador romano, gramático,
retórico y abogado romano de la etapa altoimperial. Aunque también llegó al
consulado, se le conoce principalmente por haber sido maestro y amigo personal
del emperador Marco Aurelio. La correspondencia que mantuvo con él y con
otros personajes próximos a la familia imperial es una de las fuentes
principales que se conservan del final del periodo de los Antoninos.
Frontón nació entre los años 90 y
110 el seno de una familia de colonos romanos de Cirta (después Constantina),
en Numidia, por lo que se llamaba a sí mismo el «africano». Es probable que
pasase algún tiempo en Alejandría, importante centro de estudios en la época,
antes de que su padre, Tito Cornelio, lo enviara a Roma, seguramente en
compañía de su hermano pequeño Quinto Cornelio Quadrato, durante el
reinado de Adriano. Su familia debía ser influyente, porque en la década
de 120 ambos hermanos eran ya miembros del Senado, y Frontón además primero
cuestor de Sicilia y después pretor. Quinto Cornelio Cuadrato a su vez llegó a
ser nombrado gobernador de Numidia sobre el año 142 y cónsul sufecto (consul
suffectus o sustituto) en 147. Frontón comenzó a ejercer la abogacía ya antes
de la muerte de Adriano, como refleja Dion Casio en un pasaje que se refiere
probablemente al año 136.
Pronto creció su prestigio como
abogado y orador, hasta ser considerado solo inferior a Cicerón. Reunió una
gran fortuna, erigió magníficas edificaciones y compró los famosos jardines de
Mecenas.
Es posible que, ya en esta época,
la reputación que había adquirido hiciera que se fijaran en él los tutores de Marco
Aurelio, pero tras la adopción formal y ser este designado como heredero
por Antonino Pío en 138, las primeras cartas de Frontón (que se datan
con gran probabilidad en el año 139) ya recogen los consejos y felicitaciones
de Frontón por los progresos de Marco en sus estudios.
El método de Frontón
consistía en encargar a sus alumnos ejercicios literarios consistentes en
comentarios sobre temas variados, normalmente históricos, mezclados con
discusiones sobre cuestiones filosóficas o, siguiendo a Cicerón, con ensayos
sobre la política y la legislación romana. Instruía también en el empleo de un
latín lo más estilizado posible siguiendo unos gustos que, en el caso de
Frontón, se remiten a los grandes autores de la época republicana, en una
reacción consciente contra el «purismo» de autores como Cicerón o Séneca.
Marco compartía las preferencias de Frontón, una tendencia al arcaísmo
extendida en el siglo II, y así prefería los poemas de Nevio, Plauto o Ennio
a los del mismo Horacio.
Esta relación maestro-discípulo
continuó por lo menos con la misma intensidad hasta el año 145, cuando Marco
Aurelio contrajo matrimonio con Faustina la Menor. Al final de su
vida, el emperador dejó constancia en las Meditaciones de la deuda contraída
con su maestro:
"De Frontón, el haberme puesto
a considerar cómo es envidioso, voluble e hipócrita el poder del tirano, y que
por lo general los que entre nosotros son llamados «eupátridas» están en cierto
sentido carentes de sentimientos".
( Marco Aurelio en "Meditaciones" )
A pesar de que no ambicionaba
cargos oficiales, fue nombrado cónsul sufecto durante los meses de julio y
agosto de 142,1213ab un año antes de que Herodes Ático fuera cónsul
epónimo.116 Herodes Ático, también maestro y amigo de Marco Aurelio y de
Vero, por entonces sostenía un litigio testamentario con los atenienses,
quienes eligieron a Frontón para que los representara ante los tribunales
romanos, por lo que Frontón tuvo que atender los insistentes ruegos del
entonces césar de no ser excesivamente duro con él.17 Más tarde, a finales de
la década del 150 rechazó el proconsulado de Asia por problemas de salud.
La esposa de Frontón, Cratia,
era probablemente de origen griego, y con ella tuvo cinco hijas de las que
solo sobrevivió la primera, también llamada Cratia, que nació hacia el año 142
y vivió hasta cerca de los sesenta años. Cratia, al igual que Frontón, mantenía
íntima amistad con la madre de Marco Aurelio, Domicia Lucila, además de
una afinidad intelectual que les llevaba a intercambiarse alusiones a autores
clásicos como Homero, Eurípides o Hesíodo. En sus cartas, como la que le
envío en 142 con motivo de su aniversario, Frontón se dirigía a Domicia en
griego. Cratia murió en 165 o 166 poco antes de cumplir cincuenta años. Cratia
minor se casó con Cayo Aufidio Victorino, también compañero de Marco
Aurelio como discípulo de Frontón y cónsul sufecto el año 155. Nada más llegar
al poder el emperador confió a Aufidio la vigilancia de la frontera de Recia y
el gobierno de Germania Superior, cargo que conservó hasta el año 165 o 166 en
que asumió el cargo en la provincia de África. Bajo Cómodo ocupó el
consulado en 183 y el cargo de prefecto de Roma, pero se suicidó poco después
debido a la persecución a que lo sometieron los partidarios del nuevo
emperador. De los hijos de Cratia y Aufidio solo dos llegaron a la edad
adulta: Marco Aufidio Frontón, nacido c. 160 y cónsul en 199, y Cayo
Aufidio Victorino, un año menor que su hermano y cónsul en 200. Frontón
deja de Aufidio un retrato muy favorable y se conserva su reflexión por la pena
que sobrellevó ante el fallecimiento de uno de sus hijos pequeños, «Decimanus»
alrededor del año 165, cuando debía tener unos tres años.
A finales del año 166 se tiene
noticia de Frontón recibiendo afectuosamente en Roma a Lucio Vero, que
regresaba de su campaña en Media por la que durante un tiempo tanto él como
Marco Aurelio recibieron el cognomen de «Médico». Se desconoce la fecha exacta
de su muerte aunque, enfermo y amargado por la muerte de su esposa y cuatro de
sus hijas, debió fallecer no mucho después del año 167.
Sus talentos como orador y retórico
fueron muy admirados por sus contemporáneos, algunos de los cuales formaron una
escuela llamada en su honor Frontoniani, cuyo propósito era restaurar la
antigua pureza y simplicidad de la lengua latina en lugar de las exageraciones
de la escuela sofista griega, o de las artificialidades de los autores del
siglo I, como Séneca.
Los autores de la era Julio-Claudia
(s. I d. C. ) fueron muy menospreciados, mientras que a Catón el Viejo,
Ennio, Lucrecio Plauto, Laberio o Salustio se les tuvo como modelos a ser
imitados.
A Frontón, citado por Aulo Gelio
en sus Noches Áticas, se debe el primer ejemplo conservado de la utilización
del término «clásico» para referirse a los mejores autores del pasado (Aulo Gelio,
Noches Áticas).
Hasta 1815, los únicos trabajos
existentes atribuidos erróneamente a Frontón eran dos tratados gramaticales, De
nominum verborumque differentiis y Exempla elocutionum (este último
perteneciente a Arusiano Mesio).
Fragmento del códice Vaticanus
Latinus, encontrado por Angelo Mai en 1819, que contiene, entre otros textos,
algunas de las cartas de Frontón. Las cartas de Frontón fueron
compiladas ya en la Antigüedad por lo menos en un manuscrito sobre pergamino
que data de finales del siglo v. Posteriormente, alrededor del año 700, el
códice fue reutilizado para la copia de las actas del primer Concilio de
Calcedonia de 451 y se conservó durante varios siglos en la abadía de San
Columbano de Bobbio. Por razones que se desconocen, el palimpsesto fue
desmembrado alrededor del año 1600 sin que se tuviera conocimiento de su
contenido hasta que, en 1815, el futuro cardenal Angelo Mai descubrió en la
biblioteca Ambrosiana de Milán las primeras 282 páginas (Ambrosianus E 147).e
Mai descifró el texto subyacente de las cartas de Frontón y publicó
inmediatamente una primera edición un tanto apresurada, que completó en 1823
después de localizar en 1819 otras 106 páginas en la Biblioteca Vaticana
(Vaticanus Latinus ).
En 1867 el filólogo alemán S. A. Naber publicó una nueva
edición que se consideró la más autorizada hasta la de Michael P.J. van den
Hout de 1954. Bernhard Bischoff publicó además en 1958 fragmentos de una carta
dirigida a Lucio Vero contenidas en el códice Parisinus Latinus de la Biblioteca Nacional de París. Se calcula que el manuscrito original tenía
680 páginas, de las cuales solo se han recuperado 388 entre Milán y Roma, lo
que significa que se han perdido cerca de la mitad de las cartas que contenía.
Además, y como era corriente en la época, Mai utilizó reactivos químicos para
hacer resaltar el texto y poderlo leer, lo que acaba deteriorando o destruyendo
las partes afectadas de los manuscritos; en consecuencia, los editores
posteriores han tenido que recurrir a conjeturas más o menos razonables, o bien
simplemente fiarse de las interpretaciones originales de Mai para fijar el
texto de los pasajes hoy destruidos. Como resultado de todo este proceso
sobreviven, aunque no todas completas, unas doscientas cartas enviadas o
recibidas por Frontón.
Las cartas, que probablemente
pasaron al patrimonio de Cratia y Aufidio Victorino, no estaban pensadas para
ser publicadas y, aunque algunas tuvieron cierta difusión y fueron leídas por
más personas además de sus destinatarios, no fueron copiadas hasta el siglo IV,
cuando se tiene constancia del primer autor que parece haberlas leído: el
retórico latino Nazario. El conjunto contiene la correspondencia entre Frontón
y Antonino Pío, Marco Aurelio, Lucio Vero, Domicia Lucila, su yerno Aufidio
Victorino, además de otros amigos y personajes importantes de la época. La
mayoría de las cartas están escritas en latín, con excepción de unos pocos
ejemplos en que se emplea el griego.
En las cartas el carácter de los
alumnos de Frontón aparece bajo una luz muy favorable, especialmente en el
afecto que ambos parecen conservar por su antiguo maestro. También subsisten
cartas a amigos, especialmente cartas de recomendación, y tratados sobre la
elocuencia, algunos fragmentos históricos y bagatelas sobre temas como la
alabanza al humo y el polvo, la negligencia, y una disertación sobre Arión
de Lesbos. Su principal mérito consiste en haber preservado extractos de
escritores antiguos que de otra manera se hubieran perdido.
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