Divisiones de esta clase en la Iglesia no deberán ocultárseme,
pues pueden encolerizar al Supremo Dios, no sólo contra el género humano, sino
también contra mí mismo, a cuyo cuidado, por Su decisión celestial, Él ha confiado
la dirección de todos los problemas de la Tierra, y así, en su enojo, puede
decidir las cosas de otro modo que hasta ahora. Pues así, desde luego, mi
ansiedad no será tan grande y abrigaré esperanzas de recibir siempre lo más favorable
y mejor de la fácil generosidad del Dios Todopoderoso, cuando yo vea que la humanidad
se mantiene agrupada en fraternal unión adorando al Dios Santísimo en el culto
de la religión católica, en la forma que a Él es debida.
El resultado del cisma es que los propios hombres que deberían
preservar la fraternidad, en comunión de mente y espíritu, se mantienen
separados en una vergonzosa y perversa contienda, proporcionando así a los que
se mantienen alejados de esta religión, la más santa de las religiones, una
excusa para burlarse de ella.
Los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles y las profecías de los
antiguos profetas nos enseñan claramente lo que debemos pensar acerca de lo
Divino. Por tanto, ahuyentemos la rivalidad causante de la guerra y busquemos la
solución de nuestros problemas en aquellas Escrituras de inspiración divina.
La bondad eterna y divina de nuestro Dios, que es superior a toda comprensión,
de ningún modo permite que la humanidad ande extraviada en la oscuridad demasiado
tiempo, ni que los odiosos deseos de algunos hombres prevalezcan tanto sin que
se abra de nuevo, por obra de Su iluminación, un camino de salvación, y sin que
se les conceda a los hombres la conversión a la ley de justicia. Sé esto harto
bien por muchos ejemplos, e incluso puedo apreciarlo por mi propio caso… En
verdad, no puedo describiros ni enumerar las bendiciones que Dios, por Su divina
generosidad, me ha concedido a mí, Su siervo. Por tanto me regocija, me
regocija especialmente que… vosotros los hermanos más queridos del emperador,
los obispos católicos hayáis hecho volver a una esperanza mejor y a una condición
mejor a aquéllos a quienes la malignidad del Diablo parecía haber apartado, con
su persuasión, de la gloriosa luz de la ley católica. ¡Oh, en verdad victoriosa
providencia de Cristo Salvador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario