Ciudadanía romana
y entre las familias patricias, me exhortan a proceder con parejos criterios en
el gobierno del estado, trayendo aquí a lo que de sobresaliente haya habido en
cualquier lugar. En efecto, tampoco ignoro que a los Julios se los hizo venir
de Alba, a los Coruncanios de Camerio, a los Porcios de Túsculo ni, por no
entrar en detalles de la antigüedad, que se hizo entrar en el senado a gentes
de Etruria, de Lucania y de toda Italia; que al fin se extendió ésta hasta los
Alpes, para que no sólo algunos individualmente, sino también tierras y pueblos
se unieran a nuestro nombre. Tuvimos entonces sólida paz interior; también
gozamos de prosperidad en el extranjero cuando fueron recibidas en nuestra
ciudadanía las gentes de más allá del Po, cuando, con el pretexto de nuestras
legiones repartidas por el orbe de la tierra, incorporando a los provinciales
más valerosos, se socorrió a nuestro fatigado imperio. ¿Acaso nos pesa que los
Balbos desde Hispania y varones no menos insignes desde la Galia Narbonense
hayan pasado a nosotros?. Aún quedan descendientes suyos, y no nos ceden en
amor a esta patria. ¿Cuál otra fue la causa de la perdición de lacedemonios y
atenienses, a pesar de que estaban en la plenitud de su poder guerrero, si no
el que a los vencidos los apartaban como a extranjeros?. En cambio, nuestro
fundador Rómulo fue tan sabio que a muchos pueblos en un mismo día los tuvo
como enemigos y luego como conciudadanos. Sobre nosotros han reinado. hombres
venidos de fuera; el que se encomienden magistraturas a hijos de libertos no
es, como piensan muchos sin razón, algo nuevo, sino que fue práctica de nuestro
viejo pueblo. Se objetará que hemos guerreado con los senones: ¡como si los
volscos y los ecuos nunca hubieran desplegado sus ejércitos contra nosotros!.
Fuimos cautivos de los galos, pero también hubimos de entregar rehenes a los
etruscos y de tolerar el yugo de los samnitas. Y con todo, si se pasa revista a
todas las guerras, ninguna se terminó en tiempo más breve que la que hicimos
contra los galos, y desde entonces hemos tenido una paz continua y segura.
Unidos ya a nuestras costumbres, artes y parentescos, que nos traigan su oro y
riquezas en lugar de disfrutarlas separados. Todas las cosas, senadores, que
ahora se consideran muy antiguas fueron nuevas: los magistrados plebeyos tras
los patricios, los latinos tras los plebeyos, los de los restantes pueblos de
Italia tras los latinos. También esto se hará viejo, y lo que hoy apoyamos en
precedentes, entre los precedentes estará algún día.
( Tácito en
"Anales" )
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