El
comandante cartaginés envió al sur, a Brucia, a su hermano Magón Barca, con
parte de sus fuerzas, para dar la bienvenida a aquellas ciudades que
abandonaran a los romanos y amenazar a las que se negaran a hacerlo. Aníbal, con el grueso del ejército, se dirigió a la
Campania, donde obtuvo la defección de Capua, en aquella época, la segunda
ciudad en importancia de la península, tras Roma.
Después,
retomó las operaciones en Campania, tratando en vano de someter a Neapolis, y
conduciendo luego a su ejército al territorio de Nola, con la esperanza de que
esta ciudad se rindiera sin llegar al recurso de las armas.
El
senado de Nola era favorable a mantener la alianza con Roma, pero el pueblo era
favorable al comandante cartaginés. Debido a que los senadores temían no poder
oponerse a la multitud, intentaron ganar tiempo, y mientras fingían intentar la
defección de Aníbal, enviaron embajadores al pretor romano, Marco Claudio
Marcelo, para informar de la situación de la ciudad.
Marcelo
llegó a Nola, atravesando montañas, mientras que Aníbal prefirió dirigirse a
Neapolis, deseoso de asegurarse una base para acoger posibles refuerzas de
África. Sin embargo, al enterarse de que dicha ciudad había sido ocupada por el
prefecto romano Marco Junio Silano, se dirigió hacia la Nocera Inferiore, que
saqueó e incendió., y luego volvió a Nola.
Una
vez enfrentados los dos ejércitos, ambos comandantes ordenaron a las tropas en
orden de batalla, comenzando algunas escaramuzas aisladas, pero sin presentar
batalla campal.
Marcelo
fue informado por algunos senadores de Nola de la existencia de conversaciones
secretas del pueblo con los cartagineses, para traicionar a los romanos, por lo
que decidió presentar batalla. Dividió su ejército en tres partes, cada una
frente a una de las puertas de la ciudad, con su mejor legión y su caballería
frente a la puerta central. De repente, el
prefecto romano dio orden de ataque, sorprendiendo al centro del ejército cartaginés,
a la vez que también salieron los dos legados de Marcelo para atacar las alas
enemigas.
El
estruendo generado hizo creer a los cartagineses que estaba siendo atacado por
una fuerza superior. En el encuentro, según Tito Livio, murieron 2.800 cartagineses,
y tan sólo 500 romanos.
Dejó
escrito Tito Livio: "En aquel día, está registrada una empresa grande para
aquella guerra. El hecho de no ser vencidos por Aníbal fue, en efecto, más
difícil que vencerle después."
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