Hatshepsut, reina-faraón de la dinastía XVIII de Egipto. Quinta
gobernante de dicha dinastía, reinó de ca. 1490-1468 a. C. Gobernó con el
nombre de Maatkara Hatshepsut, y llegó a ser la mujer que más tiempo estuvo en
el trono de las "Dos Tierras".
El nombre de Hatshepsut con el que se la reconoce hoy en día en
principio era un título con el significado de "La primera de las nobles
damas" o "la principal dama de la nobleza'', que también se
presentaba en su forma completa de Hatshepsut Jenemetamón, esto es, "La
primera de las nobles damas, unida a Amón".
Se ignora el momento exacto del nacimiento de Hatshepsut, aunque
es de suponer que sucediese en la por entonces capital del estado, Tebas, a
finales del reinado de Amenhotep I. Ante la falta de descendencia del faraón,
el sucesor designado era el padre de Hatshepsut, el futuro Tutmosis I (Tutmose
I), quien para poder legitimar su inminente acceso al trono se había tenido que
casar con la princesa Ahmose.
Este matrimonio trajo al mundo, aparte de a Hatshepsut, al menos a
otros tres niños, de nombres Amenmose, Uadymose y Neferubity. Desgraciadamente,
y debido a la alta tasa de mortalidad infantil, solo Hatshepsut y su hermana
mayor, Neferubity (y esta solo por un corto espacio de tiempo) llegarían a edad
adulta.
Además de sus hermanos, Hatshepsut tuvo, aparentemente, medio
hermanos de parte de su padre con esposas secundarias y concubinas. Del único
del que nos ha llegado constancia es de quien fuera su esposo, Tutmosis II, hijo
de Tutmosis I y de una esposa secundaria, de nombre Mutnefert.
El padre de Hatshepsut, Tutmosis I, había logrado expandir el
Imperio egipcio de manera nunca antes vista en tan solo trece años de reinado.
Este prodigioso monarca pasaría a la historia por llevar a sus tropas al curso
de un río enorme que, al contrario que el Nilo, no discurría de sur a norte,
sino a la inversa: el Éufrates.
A la muerte, algo temprana, de Tutmosis I, Hatshepsut era la mejor
situada para sucederle en el trono, pues sus hermanos varones ya habían muerto.
Es posible que incluso el propio Tutmosis I tratase en vida de asociar a su
hija al trono, como así lo demuestra que la nombrase Heredera.
Sin embargo, sus
deseos fueron incumplidos, pues al parecer una conjura palaciega encabezada por
el chaty y arquitecto real, el poderoso Ineni consiguió sentar en el trono a
Tutmosis II, nacido de una esposa secundaria. Hatshepsut tuvo que soportar
convertirse en la Gran Esposa Real de su medio hermano, y se cree que este fue
un duro golpe a su orgullo.
La joven reina era descendiente directa de los grandes faraones
libertadores de los hicsos y además ostentaba el importantísimo título de
Esposa del dios, lo que la hacía portadora de la sangre sagrada de la reina
Ahmose-Nefertari. Es lógico que su orgullo fuera inmenso, y que no soportase
muy bien la idea de supeditarse a su marido.
Así, no es de extrañar que mientras su débil y blando esposo ceñía la doble corona, Hatshepsut comenzara a rodearse de un círculo de adeptos que no dejaron de crecer en poder e influencias: entre ellos destacamos sobre todo a Hapuseneb y a Senenmut. La gran esposa real se había convertido, para temor del visir Ineni, en un peligroso oponente.
Tutmosis II tuvo un reinado muy breve, y murió en plena juventud
cuando sus dos únicos hijos conocidos aún estaban en la primera infancia. Como
había pasado en la generación anterior, la gran esposa real Hatshepsut no había
traído al mundo un varón, sino una niña, por lo que volvió a abrirse una crisis
sucesoria. Una vez más, Ineni consiguió que la nobleza aceptara como único
candidato factible a un hijo de Tutmosis II y de una simple concubina, que
sería nombrado rey como Tutmosis III. No obstante, la reina viuda Hatshepsut no
quería que la historia se repitiera por segunda vez, y lo cierto es que la
modificó considerablemente.
Dado que Tutmosis III era demasiado pequeño para gobernar, la gran
esposa real de Tutmosis II asumió la regencia y pospuso indefinidamente el
matrimonio entre el nuevo rey y su hija, la princesa real Neferura, única
persona que podría legitimar su ascenso al poder absoluto. La situación no era
rara, hubo muchos casos de regencia a lo largo de la historia egipcia, aunque
nunca de una mujer que no fuera madre del rey.
Durante los primeros años de reinado de Tutmosis III, Hatshepsut
estuvo preparando minuciosamente un "golpe de Estado" que
revolucionaría a la tradicional sociedad egipcia. Alejó para siempre de la
escena política a Ineni, y elevó a sus fieles Hapuseneb y Senenmut a los más
altos cargos. Parece ser que la figura política más importante de la época fue
Hapuseneb, quien unió para sí los cargos de chaty y de sumo sacerdote de Amón.
Con unos aliados tan poderosos, Hatshepsut tenía ahora los medios y el apoyo
suficientes para sorprender al mundo.
Cuando se vio lo suficientemente fuerte, la hasta entonces gran
esposa real y esposa del dios, Hatshepsut, en presencia del faraón Tutmosis
III, se autoproclamó también faraón de las Dos Tierras y primogénita de Amón,
con el beneplácito de los sacerdotes, encabezados por Hapuseneb. El golpe de
efecto fue magistral, y el inexperto Tutmosis III no pudo hacer otra cosa más
que admitir la superioridad de su tía y madrastra. Hatshepsut se había
convertido en la tercera reina-faraón conocida en la historia egipcia.
Hatshepsut asumió todos los atributos masculinos de su cargo
excepto el título de "Toro poderoso" haciéndose representar a partir
de entonces como un hombre y tocándose de barba postiza. Estableció una
insólita corregencia con su sobrino, aunque hubo un clarísimo predominio de la
primera sobre el segundo, hasta tal extremo de colocarlo en un segundo plano
impropio del papel futuro que tendría Tutmosis III en la historia. Tal era el
carisma y la personalidad de esta mujer.
Aun así, no se puede ver de ninguna forma a Hatshepsut como una
usurpadora, visión que han trasladado a nuestra época algunos autores. Al menos
no se vio así en su tiempo, pues de haber sido el caso, Hatshepsut habría
eliminado con total facilidad a sus adversarios o se habría producido una
guerra civil.
Tutmosis III no estuvo encerrado en palacio, como se ha llegado a
pensar, ni tampoco Hatshepsut evitó hacer mención alguna a su existencia. La
sociedad de entonces asumió sin problemas la nueva situación, y Hatshepsut gozó
de uno de los reinados más prósperos de toda la historia egipcia, gracias
también al apoyo recibido por Hapuseneb y Senenmut.
Hatshepsut no hubiera podido ni soñar siquiera acceder al trono de
no contar con los apoyos que consiguió entre el clero del dios Amón en Tebas
mientras era la esposa de Tutmosis II. Las cuantiosas donaciones y los
privilegios que concedió a los sacerdotes, encabezados por la eminencia gris
del régimen, el visir Hapuseneb, fueron una forma de pago por los servicios
prestados, pues de no ser por el inmenso regalo que recibió Hatshepsut de
ellos, su legitimidad habría sido menor. Y este valioso obsequio de la casta
sacerdotal a la reina-faraón fue la célebre Teogamia.
En la Teogamia, Hatshepsut declara al pueblo egipcio que su
verdadero padre no es Tutmosis I, sino el propio dios Amón, que con su sabia
previsión visitó una noche a la gran esposa real Ahmose y la permitió concebir
a la mujer que estaba sentada ahora en el trono de las Dos Tierras con el
beneplácito del panteón entero. Hatshepsut se declaraba por ende primogénita de
Amón, y su sustituta y fiel delegada en la tierra, con lo que su figura se
trocaba en completamente sagrada.
Es necesario destacar que muy pocos faraones recurrieron a la
Teogamia para validar su derecho al trono, y su estatus pasaba a ser poco menos
que el de un dios vivo. El ardid de Hatshepsut y el alto precio que tuvo que
pagar a los sacerdotes por él, le asegurarían un reinado tranquilo y sin
disidencias, aunque acabaría pasándole factura a la dinastía por la, desde entonces,
imparable creciente influencia de los sacerdotes de Amón.
Como todo rey que accedía al trono, Hatshepsut tenía derecho a
usar hasta cinco nombres diferentes: el de Horus, el de Nebty, el de Horus de
Oro, y los dos principales, conocidos vulgarmente como nombre de nacimiento y
nombre de coronación. Este último resultó ser el de Maat-Ka-Ra, es decir,
"El espíritu de Ra es justo" y lo utilizó siempre conjuntamente con
su nombre de nacimiento.
Sin embargo, este último apelativo sufrió una serie de cambios a
lo largo del reinado de Hatshepsut. Si bien la forma original del nombre de
nacimiento era Hatshepsut, en numerosos monumentos aparece de formas bien
distintas: añadiendo la segunda parte de nombre y quedando como
Hatshepsut-Jenemetamón, masculinizándolo en parte como Hatshepsu3 o
completamente como Hashepsut. Solo así se puede comprender la sorpresa de los
egiptólogos que descubrieron la existencia de esta mujer que jugaba en sus
apariciones, siendo representada varón, con sus nombres unas veces escritos tal
que había nacido hombre o mujer. Un curioso juego de intercambio de sexos que
sin duda realzó su carácter divino y concentró en sí misma la dualidad que
tanto veneraba el pueblo egipcio.
Hatshepsut en todas los edificios y obras tanto escultóricas como
relieves en los que aparece es representada de forma masculina ya que la figura
del faraón solo podía ser desempeñada por un hombre, las mujeres tenían otro
tipo de funciones y papeles dentro del gobierno como el de Esposa Real y Gran
esposa del dios. ante tal situación tanto para legitimarse como para ser
aceptada a pesar de ser mujer decide ser representada de forma masculina, con
el tocado nemes, el ureus y la perilla característica de los faraones. Por otro
lado decide no tener descendencia y nombrar a su hija Neferura Esposa real y
Gran esposa del dios. Hatshepsut será la primera mujer-faraón que se hizo
esculpir como esfinge, un ejemplo es la que se encuentra en el MMNY.
"El" faraón Hatshepsut dedicó la mayor parte de su
reinado a embellecer el país y a restaurar los templos, con el beneplácito de
sus aliados los sacerdotes. Egipto, también había sufrido hacía dos
generaciones la última de sus guerras, cuando el abuelo de la reina, el rey
Ahmose, expulsó a los hicsos, un pueblo semita que había conseguido dominar el
país durante cien años. Como habían hecho sus antecesores, Hatshepsut invirtió
mucho en borrar todos los daños ocasionados por la guerra de liberación que
había elevado a su dinastía a lo más alto.
Dejó su impronta en el templo de Satet, en la isla Elefantina, en
el Speos Artemidos en honor de la diosa Pajet.
Sin embargo, el centro de acción principal de la reina fue su
ciudad, la pujante Tebas. Se implicó en el recinto de las barcas sagradas de
Luxor, edificó la llamada Capilla Roja del enorme templo de Amón en Karnak y,
de las canteras de Asuán, mandó hacer los obeliscos más grandes que se habían
erigido en Egipto hasta entonces, y los llevó a Karnak decorados con electrum,
aleación de oro y plata. Se cree que el obelisco inacabado que aún hoy se puede
ver en Asuán data del reinado de Hatshepsut, y de haberse acabado habría sido
el mayor de toda la historia del país.
Aunque no fue en Karnak donde Hatshepsut desplegó toda su
imaginería, sino en la orilla oeste de Tebas, la necrópolis de entonces. En
aquella época, los faraones hacían construir, además de su tumba, un templo
funerario algo alejado de ésta, que sirviera a un mismo tiempo para proteger y
recordar al difunto. Hatshepsut escogió el paraje de Deir el-Bahari para edificar
su templo de millones de años, y encargó la tarea a su arquitecto favorito,
Senenmut.
El resultado final fue envidiable, construido al lado del templo
de Mentuhotep II, el de Hatshepsut es una de las joyas del Antiguo Egipto y uno
de los destinos más visitados por los turistas. Conocido por aquel entonces
como el Dyeser-Dyeseru (el sublime de los sublimes), su estructura en forma de
largas terrazas y de rampas con suave inclinación, de estilo similar al de
Mentuhotep II, le hacen fundirse a la perfección con la roca y el entorno. Uno
de los misterios en dicho templo radica en un sector sellado como una caja en
la pared en que se puede observar por un lado a Hatshepsut en actitud amatoria
y a Senenmut en la otra cara, como receptor de la pose amatoria de la reina, lo
que deduce un íntimo vínculo (prohibido por su linaje) entre el arquitecto y la
reina-faraón.
Hatshepsut ha pasado a la historia como una gobernante pacífica y
que prefirió gastar parte de su tesoro en construir templos en vez de
conquistar territorios, pero lo cierto es que hubo al menos seis campañas
durante sus 22 años de reinado. Hay que destacar que la mayoría de estas no
pasaron de ser meras escaramuzas o actividades disuasorias cuya única finalidad
era disuadir a los siempre belicosos pueblos fronterizos de atacar a las Dos
Tierras:
Primera campaña. Era casi costumbre que al morir un faraón, los
pueblos nubios atacasen las fronteras meridionales y quemasen algunas de las
fortalezas del lugar, a modo de tanteo de cómo reaccionaría el nuevo monarca.
Hatshepsut no se dejó avasallar y, pese a que aún era solo reina regente, fue a
Nubia y dirigió los ataques.
Segunda campaña. En este caso los enemigos fueron tribus de
Siria-Palestina, cuyos continuos ataques a los puestos fronterizos hicieron
responder a Egipto. Se ignora la fecha exacta de esta acción bélica, aunque es
muy posible que acaeciese cuando Hatshepsut ya había sido coronada. Una cosa
que parece segura es que la reina no viajó al frente en esta ocasión.
Tercera y cuarta campañas. El motivo vuelve a ser Nubia. Se
desconoce por qué los nubios se revolvieron tanto en época de Hatshepsut, pero
las tropas egipcias fueron implacables. La tercera campaña fue en el año 12º y
la cuarta en el 20º, y ambas se solucionaron sin ningún problema. Se cree que
en esta última participó Tutmosis III.
Quinta campaña. Contra el país de Mau, al sur de Nubia. Fue
inmediatamente después de la cuarta campaña, tal vez debido a una coalición de
estos dos pueblos. Existen menciones a una caza de rinocerontes, y también es
probable que Tutmosis III estuviese al frente del ejército.
Sexta campaña. Una vez más, Tutmosis III -anticipando su papel de
rey guerrero que en su reinado en solitario acabaría por desarrollar con
excelentes resultados- marchó a Palestina y conquistó la ciudad de Gaza, que se
había rebelado recientemente. Las fechas sobre esta campaña datan de finales
del reinado de Hatshepsut, quizás inmediatamente antes de morir la reina. Como
se puede ver, su papel era ya meramente representativo, y Tutmosis III se había
convertido en el monarca dominante del curioso tándem real.
Otro hecho relevante del reinado de Hatshepsut fue la doble misión
a Punt, el país legendario de donde procedían los mejores árboles de incienso y
mirra, que probablemente estaba en una región de la actual Somalia,
aproximadamente en el año 15º de su reinado.
Comandada por Nehesi, portador del
sello real, la expedición fue tanto por tierra como por mar, y durante ella no
solo se dedicó la delegación egipcia a comerciar, sino que también hizo un
minucioso estudio de la fauna y la flora de Punt, así como de la organización
política y social del lugar.
Tuvo que ser tan importante esta acción para la posición de
Hatshepsut, que no dudó en decorar gran parte de las paredes del Dyeser-Dyeseru
con escenas de aquel mágico periplo por el que sería recordada durante mucho
tiempo por la población llana. No solo fue un éxito al conseguir importar la
preciosa mirra a Egipto, sino que trajo extrañas especies animales antes nunca
vistas y generosos cargamentos de oro, marfil, ébano y otras maderas preciosas
que enriquecieron considerablemente las arcas reales y las de los templos.
Aun así, es extraño que Hatshepsut pusiera tanto empeño en
promocionar el viaje a Punt, un país que se conocía ya desde la época de las
pirámides, y solo puede explicarse como una parte más de la intensa propaganda
que distribuyó por el Dyeser-Dyeseru y por otros lugares del país con el único
fin de legitimar su posición. Sin lugar a dudas, en aquel momento de su reinado,
con la inauguración de su hermoso templo y el regreso de los viajeros del Punt,
Hatshepsut había llegado al cenit de su gobierno.
Lo único que se sabe a ciencia cierta es que Hatshepsut fue madre
de una hija, a la que puso de nombre Neferura y cuyo cuidado encargó a su
arquitecto favorito, Senenmut. Se ignora el verdadero papel de este hombre en
la trama; no son pocas las voces que dicen que fue él el padre de Neferura y no
Tutmosis II, y que hubo una tórrida historia de amor entre el arquitecto y canciller
real y la reina, una historia que pese a ser muy interesante desde el punto de
vista novelesco, sigue sin estar demostrada.
A favor de todo esto hay algunas
pruebas, como que aparezcan en actitud ciertamente cariñosa Senenmut y
Neferura, o un ostracón hallado en las cercanías del templo de Deir el-Bahari
donde se ve a un faraón femenino teniendo relaciones sexuales con un hombre.
Aun así, aunque cada vez más voces se alzan a favor de un romance de Hatshepsut
con Senenmut, se sigue pensando que Neferura era hija de Tutmosis II.
También se ha divagado mucho acerca de la posible maternidad de
Meritra Hatshepsut, quien sería más tarde gran esposa real de Tutmosis III.
Debido a su nombre, siempre se pensó que era la segunda hija de Hatshepsut,
pero era realmente extraño que nunca se la mencionase en vida de su presunta
madre, mientras que Neferura apareciese tan a menudo.
Actualmente parece haber
quedado claro que, pese a llevar su nombre, Meritra Hatshepsut era en realidad
hija de la dama Huy, una mujer muy influyente en la corte de entonces, y quizás
aquel apelativo tuviese como destino halagar a la reina-faraón. Así podría
entenderse por qué cuando Tutmosis III comenzó a perseguir la memoria de su
madrastra, su gran esposa real optase por llamarse simplemente Meritra.
Según los estudios del Museo de El Cairo, patrocinados por
Discovery Channel y liderados por el egiptólogo Zahi Hawass, la descendencia de
Tutmosis padecía de una variedad de viruela hereditaria, a la que no escapó
ningún descendiente.
Sin embargo, fue a raíz de la finalización del templo de Deir
el-Bahari, sobre el año 15-16 de reinado, cuando la estrella de Hatshepsut
comenzó a menguar a favor de la de Tutmosis III. El rey era un joven que cada
vez ansiaba más el poder, y a cualquier precio. Así, no es de extrañar que en
apenas un año murieran los dos principales sustentos de la reina y sus más
grandes apoyos, Hapuseneb y Senenmut. Y por si no fuera poco, poco después
murió la gran esperanza, el arma secreta de la reina, la princesa Neferura.
Los golpes que sufrió Hatshepsut en torno al año 16 de su reinado
fueron tan grandes que a partir de entonces la reina se retiró parcialmente del
cargo y el otro rey, Tutmosis III, comenzó a tomar las riendas del gobierno. Al
parecer, la ambición de Hatshepsut era aún más grande y no estaba satisfecha
con ser ella sola "faraón", sino que se proponía inaugurar una
auténtica dinastía femenina de reyes, y por esa razón declaró
"Heredera" a su amada hija Neferura. La muerte de la princesa fue tan
repentina y favorable a Tutmosis III que hay quien piensa que fue intencionada,
y que consiguió su objetivo, derrumbar a la reina-faraón.
Hatshepsut murió en su palacio de Tebas tras un largo reinado de
22 años, abandonada por todos. Se ignora la edad de su muerte, pero se estima
que debería oscilar entre los cuarenta y los cincuenta años. Años atrás no se
sabía cómo murió exactamente, si fue muerte natural o durante un golpe de
estado liderado por su hijastro, Tutmosis III, que en esa época era
virtualmente el único rey, pues Hatshepsut se había retirado de la lucha.
Según el National Geographic y el arqueólogo Zahi Hawass, la momia
fue escaneada y se encontró que la reina había padecido en vida, de una
avanzada osteoporosis y un cáncer maligno en la zona del abdomen que le pasó al
hueso de la cadera; además había contraído un absceso séptico en su cavidad
bucal que bien pudo provocar un shock septicémico como causa más probable de su
muerte que un atentado a su vida. Según estas últimas investigaciones, su muerte
estuvo precedida de largos meses de intensos dolores y fiebres.
Su tumba se encuentra en el Valle de los Reyes y está catalogada
como KV20. Existen indicios de que mandó ampliar la tumba de su padre para ser
utilizada también para ella. El amor y la lealtad que la hija profesó al padre
tuvo que ser tan grande que quiso permanecer junto a él eternamente.
A su muerte, Tutmosis III se convertiría en un gran faraón que,
emulando a su abuelo Tutmosis I, realizó numerosas campañas y ascendió a Egipto
al rango de gran potencia mundial. Pero jamás lo habría logrado sin la
preparación a la que lo sometió su tía-madrastra.
El nombre de Hatshepsut y el de su fiel colaborador Senenmut
fueron borrados sistemáticamente de los anales y edificios egipcios siendo
victimas de una damnatio memoriae. Durante mucho tiempo se creyó que el
postergado Tutmosis III había sido quien ordenó el virtual "olvido"
de esta enérgica reina, pero cada vez más egiptólogos apoyan la teoría que su
nombre fue borrado por cuestiones más bien de conveniencia que de venganza.
Existía en Egipto un conjunto de familias identificadas con Hatshepsut, su
familia antes de desposarse con Tutmosis II. Al morir la reina, Tutmosis III
pudo haber borrado el nombre de su madrastra a fin de legitimar su ascendencia
al trono, como heredero real de Tutmosis II, y así frenar las pretensiones de
la poderosa familia de Hatshepsut. Esta postura está adquiriendo cada vez más
fuerza, por las evidencias arqueológicas encontradas en Deir el-Bahari. Si
hubiera habido una venganza, su legado artístico y arqueológico hubiera sido
borrado de Egipto. Sin embargo, la reina fue hallada en un excelente estado de
conservación con parte de su ajuar.
En el 2005 Zahi Hawass, director del Egyptian Mummy Project y
secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades y su equipo, se
enfocaron en una momia llamada KV60a, descubierta más de un siglo antes. En
ningún momento se creyó que esta momia era tan importante como para retirarla
del suelo de una tumba menor en el Valle de los Reyes ya que se encontró sin un
ataúd y sin los tesoros que distinguían a los faraones, descubriéndose muchos
años más tarde que era la momia de la reina faraón.
La momia de Hatshepsut fue presentada al público en junio de 2007,
después de un largo periodo de incertidumbre acerca de su correcta
identificación. Zahi Hawass, Secretario General del Consejo Supremo de
Antigüedades en Egipto, aseguró que se trataba del descubrimiento arqueológico
más importante desde el hallazgo de la tumba de Tutankamón, en 1922.
Ambas momias fueron descubiertas en la tumba KV60 del Valle de los
Reyes. Este sepulcro fue mandado construir por la propia Hatshepsut destinado a
su nodriza, a la que profesaba un gran cariño, la dama Sitra. En él se hallaron
los cuerpos de una mujer de unos cuarenta o cincuenta años y de una anciana de
más de sesenta años, que presentaba la peculiaridad de tener el brazo izquierdo
doblado en la posición típica de las reinas difuntas. El descubrimiento de la
momia fue motivo de varios interrogantes: ¿cómo llegó allí, quién era la dama
del sarcófago, y por qué la momia "real" estaba en el suelo?.
Se sabe que la momia fue encontrada en medio de gran cantidad de
lienzos de lino, desnuda, calva, obesa, y con signos de haber sido trasladada
de su ubicación original. En un principio se consideró que la momia obesa era
alguien poco importante que no merecía una gran sepultura.
Cuando fue hallada,
sus descubridores no prestaron atención a la postura del brazo, limitándose a
escribir de ella que "tenía pechos enormes que caían como péndulos".
Después, los descubridores de la KV60 se limitaron a ordenar la muy desordenada
tumba (según ellos, había muchísimos objetos diseminados por todo el suelo) y a
depositar la momia en un ataúd nuevo de madera fabricado en El Cairo.
Mucho tiempo después, se comenzó a estudiar la identidad de cinco
momias femeninas no identificadas. Se presumía que una de esas momias sería la
de Hatshepsut. Zahi Hawass ordenó traer un escáner TAC (donado por Siemens)
hasta el Valle de los Reyes, donde se tomaron imágenes de alta resolución de
las momias guardadas en KV60.
Antes de verificar la identidad de la momia ya se había
descubierto el hígado momificado que, con toda certeza, pertenecía a
Hatshepsut. Junto al hígado estaban los intestinos y un molar con una sola
raíz; esta pieza fue la clave para su correcta identificación. La caja de vasos
canopos fue hallada en el escondrijo de momias reales DB320, lo cual hizo
pensar inicialmente que el cuerpo de Hatshepsut sería alguno de los no identificados
en DB320.
El escáner de la mandíbula de la momia obesa mostró la ausencia de
una pieza molar, de la que solo quedaba una raíz. Inmediatamente se llamó a un
odontólogo forense quien determinó que la raíz y la pieza dental hallada en los
vasos canopos de Hatshepsut eran partes de la misma muela; ambas piezas
coincidían perfectamente. Basándose en este hallazgo, se determinó que la momia
obesa era el cuerpo de Hatshepsut.
El interés que ha despertado Hatshepsut en la sociedad moderna es
innegable, y las posiciones respecto a ella que tienen arqueólogos,
historiadores o simples lectores no pueden ser más variadas. Hatshepsut se
halla en la actualidad convertida en una maquiavélica usurpadora, en un animal
político que no retrocede nada con tal de satisfacer su ambición, en una mujer
que tuvo que elegir entre el amor y su reino, en una amante de la paz o en un
modelo feminista, o todo esto a un mismo tiempo, dependiendo de la persona que
opine acerca de ella.
Por ello, no es de extrañar que exista un amplio abanico de libros
dedicados a Egipto, al Imperio Nuevo o incluso a ella por completo en los que
existan todos los puntos de vista posibles, y más.
Tampoco falta su presencia
en las novelas, que suelen pintarla como una bella y ambiciosa mujer que vivió
una vida digna de ser recordada, junto a Tutmosis I, Tutmosis III o Senenmut,
para algunos un faraón sin corona. Sea como fuese, es indiscutible el encanto
que emana de Hatshepsut que solo puede compararse al que rodea a otras grandes
figuras de la civilización egipcia como Akenatón, Nefertiti, Tutankamón, Ramsés
II o Cleopatra VII.
No hay comentarios:
Publicar un comentario