En el
ejército, los romanos cultos y educados escribían mucho a todos los demás
romanos cultos y educados. Incluso los soldados rasos escribían a sus casas con
regularidad para contar a sus familiares cómo era la vida en el ejército y qué
habían estado haciendo, en qué batallas habían peleado y cómo eran sus
compañeros de tienda.
Un
buen número de ellos sabían leer y escribir al alistarse, y aquellos que eran
analfabetos descubrieron que por lo menos parte del invierno en el campamento
había que emplearlo en recibir clases para aprender. Especialmente bajo el
mando de generales como César, que se sentaba de niño en las rodillas de Cayo
Mario y escuchaba absorto todo lo que éste tenía que decir acerca de todo. Incluida
la utilidad de los legionarios que sabían leer y escribir.
"Aprender
a leer y a escribir es la versión culta de aprender a nadar", solía decir
a menudo Cayo Mario a sus legados y legionarios, porque saber leer y escribir
son también conocimientos que salvan vidas. De ahí la preocupación de Cayo
Julio César, de que los legionarios aprovecharan al máximo lo de aprender a
leer y escribir cuando la ocasión lo permitía.
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