Por aquel tiempo llegaron de
Roma los diez comisarios que debían arreglar los asuntos de Grecia,
llevando consigo el senatusconsulto relativo a la paz con Filipo,
cuyos articulos decian asi: "Todos los griegos, los de Asia y los de
Europa, serán libres y se gobernaran conforme a sus leyes, Filipo entregara a
los romanos, antes de la fiesta de los juegos istmicos, todos los griegos que
se hallan en su poder y todas las ciudades donde tiene guarnición;
retirara las guarniciones de Euroma, Pedasa, Bargila, Jesse, Abidos, Thasos,
Mirina y Perintha, permitiendo a estas ciudades que gocen de libertad.
Tito escribirá al rey Prusias cuales son las
intenciones del Senado respecto a la libertad de los cianienses. Filipo
entregara a los romanos, al mismo tiempo que los prisioneros, los tránsfugas, y
además los barcos de un puente, a excepción de cinco jabeques y de la
galera de dieciséis bancos de remeros. Dará además, como tributo, mil
talentos, la mitad inmediatamente y la otra mitad durante diez años,
a razón de cincuenta cada año. No puede explicarse cuan grande fue la
confianza y la alegría de los griegos al saber este
senatus-consulto. Únicamente los etolios, descontentos por no lograr
lo que habían esperado, procuraban desacreditarle, diciendo que
no contenía mas que palabras, y para prevenir
los ánimos contra el decreto deducían maliciosamente
algunas probabilidades de la forma de su redacción, diciendo que, respecto
a las ciudades guarnecidas por Filipo, el senatus-consulto ordenaba dos cosas:
una que retirase las guarniciones y entregara las ciudades a los romanos, y otra
que, al sacar aquellas, dejara las ciudades en libertad; citando nominalmente
las que habían de quedar así, que eran las de Asia; de modo que
las de Europa, a saber, Orea, Eretria, Calcis, Demetriada y Corinto, deberian
ser entregadas a los romanos. Fácil era comprender que en tal caso
los romanos sustituían a Filipo, y Grecia no se veía libre
de sus cadenas, cambiando solo de dueño. Esto era lo que los
etolios decían y repetían sin cesar.
Flaminio y los diez comisarios
fueron de Elatea a Anticira, y desde allí a Corinto, donde tuvieron
frecuentes consejos sobre el estado de los negocios públicos. Para impedir
el mal efecto de las noticias que los etolios hacían circular por
toda Grecia, y que alarmaban a algunos, creyose obligado el cónsul a
someter a deliberación este asunto, y adujo toda suerte de razones
para convencer a los comisarios de que si deseaban inmortalizar el nombre
romano entre los griegos, persuadiéndoles de que habían ido
a aquella tierra no por propio interés, sino por la libertad de Grecia,
preciso era abandonar todos los puntos ocupados, y dejar en libertad las
ciudades donde Filipo tenia guarnición. Presentaba esto algunas
dificultades, pues en lo tocante a las otras ciudades habían tratado
el asunto en Roma los diez comisarios, recibiendo en este punto ordenes
expresas del Senado, pero respecto a Calcis, Corinto y Demetriada, por la
necesidad de tomar precauciones contra Antioco, dejaseles facultad de disponer
de ellas según lo estimaran conveniente, con arreglo a las circunstancias,
no dudándose de que Antioco se preparaba de largo
tiempo atrás a invadir Europa. Flaminio logro al fin del Consejo que
Corinto quedara libre y en poder de los aqueos; pero no abandonaron los romanos
Acrocorinto, Demetriada y Calcis.
Era entonces la época en
que debían celebrarse los juegos istmicos, y la curiosidad por lo que
iba a suceder llevo a aquel punto, de casi todas las partes del universo,
muchas personas de gran importancia. Objeto era de todas las conversaciones el
futuro tratado de paz, y hablabase de él de diferente forma. Manifestaban unos
que no existía dato alguno para creer se retirasen los romanos de
todas las tierras y plazas que habían conquistado; otros,
que abandonarían las ciudades mas celebres y guardarían en
su poder las de menos fama que les procurasen las mismas ventajas, creyendo
saber cuales eran, y nombrándolas en las conversaciones. Todo el
mundo participaba de esta incertidumbre cuando, reunida en el estadio la
multitud para presenciar la proclamación de la paz, se adelanto un
heraldo, impuso silencio con un toque de trompeta y publico en alta voz lo
siguiente: "El Senado
romano y Tito Quinto, cónsul, tras de vencer a Filipo y los macedonios,
dejan en libertad, sin guarnicion ni tributos, y para que vivan con arreglo a
sus leyes, a los corintios, a los focenses, a los locros, a los eubeos, a
los aqueos de Pitia, a los magnesios, a los tesalios y a los perrebios".
( Polibio )
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