Ante
todo debe adoptar la actitud de padre para con sus alumnos y considerarse como
en el puesto de los que han confiado a sus hijos a su cuidado. No debe ser
vicioso ni tolerar el vicio en los demas. Debe ser severo sin pesimismo y
complaciente sin debilidad; de lo contrario, el rigor le hara odioso y la
complacencia despreciable. Debe insistir de mil maneras en el lado positivo de
la bondad y del honor: cuanto mas los estimule menos tendra que castigarlos.
Debe controlar su genio, aunque sin cerrar los ojos a las faltas que exigen
correccion. Debe ser directo en su enseñanza, estar dispuesto a tomar sobre si
cualquier molestia y estar en todo sin estorbar. Debe contestar gustoso a las
preguntas e interrogar a los que no preguntan. Al alabar las composiciones de
sus alumnos no debe mostrarse ni tacaño ni efusivo: porque la tacañeria
desanima en el trabajo y la excesiva efusividad engendra vana complacencia, Al
corregir las faltas no debe mostrarse duro y, por supuesto, jamas debe recurrir
al insulto. Hay maestros que al regañar dan la impresion de aversion, y esto
produce como efecto inmediato el desalentar a muchos en el estudio... Cuando se
sabe instruir debidamente a los alumnos, estos miran a sus profesores con
afecto y respeto. Apenas es posible expresar con cuanta mayor voluntad nos
sentimos inclinados a imitar a aquellos que nos agradan.
Pasión por los romanos. Un blog de divulgación creado por Xavier Valderas que es un largo paseo por el vasto Imperio Romano y la Antigüedad, en especial el mundo greco-romano.
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