Diógenes
afirmaba una y otra vez que el placer verdadero consiste en tener el alma en un
estado de tranquilidad y de alegría, y que sin esto de ninguna utilidad son ni
las riquezas de Midas ni las de Creso; y que si uno se aflige, ya sea por algo
de importancia o por una nimiedad, no es feliz, sino infeliz.
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