(EN LA FOTO DE ARRIBA , ESCULTURA DEL EMPERADOR VALENTINIANO)
LA HERENCIA DE CONSTANTINO
Los tres hijos de Constantino el Grande se repartieron el Imperio, no sin haber asesinado a cierto primo suyo que les parecía peligroso para el porvenir.
Constante, que había permanecido solo en Italia, fue derribado por un levantamiento militar; Constancio reconquistó el Occidente, pero, dueño ya de todo el Imperio, confió la defensa de la Galia a un primo suyo que había sido excluido en el año 337 a causa de su poca edad: Juliano.
Después regresó a Constantinopla, donde persiguió encarnizadamente a los obispos hostiles al arrianismo, como el obispo de Alejandría, Atanasio, que huyó al desierto con san Antonio. Todo Oriente parecía arriano.
En la Galia, Juliano había expulsado a los francos y a los alemanes. Muy popular a causa de su administración, adorado por sus soldados, fue proclamado emperador en el año 360. De cultura griega, seguía siendo pagano de corazón y rechazó el cristianismo.
Instalado en Lutecia (París), cuyo clima le agradaba, continuó la reforma de la administración imperial, disminuyó los impuestos, toleró todas las sectas religiosas, pero sobre todo intentó una verdadera reconstrucción de la Iglesia pagana con su jerarquía (de la cual era jefe), y algunos dogmas que mezclaban cultos solares, neoplatonismo y moral cristiana.
Debemos repartir nuestras riquezas con todos los hombres -decía-, pero sobre todo con los buenos, los débiles y los pobres.
Se aprestaba a perseguir abiertamente a la Iglesia cristiana cuando murió en el año 363, mereciendo así el sobrenombre de Apóstata, puesto que había sido bautizado.
Con él se extinguía la dinastía de Constantino. En el año 364, un oficial de la guardia, Valentiniano, de origen danubiano, fue proclamado emperador, fundando una dinastía que habría de durar hasta el año 392. Cedió Oriente a su hermano Valente, reservándose Occidente para él y para su hijo Graciano.
Los Valentinianos: El desastre de Adrianópolis
Instalado en Tréveris, Valentiniano se dedicó enérgicamente a la defensa de las fronteras en Britania, Galia y Africa.
Murió en el año 375, cerca del Danubio, siendo sucedido por Graciano. Pero éste, educado por Ausonio, poeta de Burdeos, se interesaba sobre todo por la literatura y el arte.
La Galia conoció un período de prosperidad y de brillantez. Por el contrario, Valente fue menos afortunado en Oriente.
Empujados por los hunos, procedente de Mongolia, los godos, divididos en numerosas tribus (ostrogodos, godos brillantes, godos nobles o visigodos), algunas de las cuales se habían convertido al cristianismo arriano, pidieron asilo y después forzaron la frontera del Danubio.
Valente trató de contenerlos, pero los jinetes acorazados derrotaron a sus legiones cerca de Adrianópolis, donde el emperador encontró la muerte (año 378). Los godos entraron en masa en el Imperio.
El débil Graciano recurrió a un general hispanorromano, Teodosio, confiándole el gobierno de Oriente.
Poco a poco, Teodosio sometió a los godos, les concedió el estatuto de aliados o federados y dejó a su custodia las provincias fronterizas. El peligro externo había desaparecido, pero Graciano fue víctima de una revuelta en la Galia.
Teodosio tuvo que intervenir para expulsar al usurpador Máximo (338). La muerte del último Valentiniano (392) le dejó dueño del Imperio.
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