Cuando
era un simple cuestor destinado a Hispania me detuve ante una estatua de
Alejandro Magno cuando la vi, y en aquel momento embargado por la emoción,
lágrimas brotaron de mis ojos, cosa extraña en un militar, pero no me puede
reprimir. La razón detrás de mi llanto era la comparación entre los logros de
Alejandro Magno y los míos a mi misma edad, treinta años.
Me
sentí abrumado al darme cuenta de que Alejandro Magno ya había conquistado gran
parte del mundo conocido a su edad, mientras que yo, a pesar de mis éxitos como
militar y administrador de Roma en Hispania, aún era solo un cuestor, un cargo
menor en la jerarquía romana. La grandeza y el legado de Alejandro Magno me hicieron
reflexionar sobre mi propio camino y mis ambiciones.
Esta
comparación me llevó a reflexionar sobre mi propia ambición que aunque era
grande, en aquel momento me pareció corta,
y sobre mi búsqueda constante de la grandeza. Desde muy joven siempre había
aspirado a lograr más y alcanzar nuevas metas políticas y militares. Sin
embargo, este momento de introspección también me hizo darme cuenta de que cada
uno tiene su propio camino y que no siempre se pueden alcanzar los mismos
logros en la misma edad. Aparte Alejandro había heredado la monarquía de su
padre, y yo tenía que seguir el tradicional cursus honorum romano.
Pero
desde aquel momento siempre me comparé con Alejandro Magno, y consideré que
debía superarlo en todos los sentidos, tanto en cuanto se refiere a lo militar,
como en la administración del Imperio Romano.
Me
fijé como una de mis metas la conquista del Imperio Parto, que ya había
conquistado en su momento Alejandro Magno.
Aquel era un país inmensamente rico, que servía para financiar la
recuperación de una Roma que estaba arruinada por años de guerras civiles.
Nosotros teníamos la fuerza militar y el Derecho, y los partos el dinero. No
nos iría a resultar difícil apoderarnos de las riquezas de los partos, además
de terminar por conseguir hacer realidad del sueño de Alejandro: la formación
de un Imperio universal, donde todos fuéramos libres, viviéramos en justicia, y
la prosperidad fuera la evolución natural de nuestra civilización, así como ser
el legado para las posteriores generaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario