Si existe una mansión para los espíritus de los justos; si, como
afirma el sabio, las grandes almas no perecen con el cuerpo, tranquilo, ¡oh,
padre!, sea tu descanso. Apártanos, a los de tu familia, de las débiles
lamentaciones y del afeminado duelo, para que contemplemos tus virtudes, en presencia
de las cuales el pesar y la lamentación son un pecado. Honrémosle del mejor
modo: con nuestra admiración, con nuestra alabanza constante, y si nuestras fuerzas
lo permiten, incluso siguiendo tu ejemplo. He aquí el verdadero honor, el verdadero
afecto de las almas enlazadas estrechamente a la tuya. A tu hija y a tu viuda
las induciré a que reverencien la memoria de su padre y marido, ensalzando sin
cesar sus actos y dichos, estimando su presencia espiritual por encima de su
presencia física. No es que yo condene rotundamente las representaciones en mármol
o bronce. Pero la imagen del rostro humano, como el rostro mismo, es débil y
perecedera, mientras que la esencia del alma es eterna, sin que pueda ser
captada y expresada con el material y la habilidad de un extraño, sino sólo por
uno mismo en su propia vida. Todo lo que en Agrícola merecía nuestro amor y
admiración perdura y perdurará en los corazones de los hombres, a través de infinitas
edades, en las crónicas de la fama. Muchos de los grandes hombres de la
Antigüedad caerán en el olvido, borrados su nombre y su fama. La historia de
Agrícola se ha relatado a la posteridad y por esto él vivirá.
( Cornelio Tácito )
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