Tenia
tanto menos celo por los dioses y la religión, cuanto que se había entregado a
la astrología y había llegado a la persuasión de que todo lo dirigía el
Destino. Sin embargo, temía extraordinariamente a los truenos, y cuando había
tempestad, llevaba en la cabeza una corona de laurel, por tener tales hojas la
virtud de alejar el rayo.
(
Suetonio en "Los doce Césares")
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